El Periódico de Aragón

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Javier Losilla

Sur o no sur, Pirineos en cuestión

Los promotores privados no son una oenegé, por lo que su objetivo es ganar dinero

Ya en 2019 asistimos a un Pirineos Sur privatizado (me refiero a los conciertos celebrados en el Auditorio Natural de Lanuza, pues los desarrollados en Sallent de Gállego y el excelente programa Pirineos Sur Territorio, fueron organizados por la DPH), pero ha sido en la edición de este año, de vuelta tras la pandemia, cuando han saltado las alarmas sobre el cambio de orientación musical en el festival, que sigue en manos privadas, aunque distintas de las de 2019, y el abandono de las actividades en Sallent por parte de la Diputación de Huesca, propietaria de la marca. ¿Por qué ahora? Pues probablemente porque al público habitual del festival y a algunos de los periodistas nacionales que lo seguían les chirría ver sobre el escenario flotante a Estopa en vez de, por ejemplo, a Baloji. A ver: no es que se hayan celebrado manifestaciones de protesta o acciones por el estilo, pero creo que los cambios sufridos por Pirineos Sur merecen una reflexión y a eso vamos.

Debo aclarar, no obstante, un par de asuntos antes de entrar en faena para no confundir churras con merinas y deseos con realidades, como bien nos enseñó el estructuralista Lacan. De entrada, contemplar que tal vez la Diputación oscense tenga otras prioridades y de ahí que se haya desentendido de Pirineos Sur; de salida, asumir la realidad: los promotores privados no son una oenegé, por lo que su objetivo es ganar dinero, con Estopa o con Natalia Lacunza. Dicho lo cual, al lío.

Todo empezó en 2016, año triunfal del 25 aniversario de Pirineos Sur. Esa celebración era un excelente motivo para que la organización del festival (la Diputación Provincial de Huesca) hiciera balance y definiese el futuro: los modelos de festival habían cambiado sustancialmente en España, sobre todo en el aspecto de la especialización, de tal manera que artistas que en un tiempo podían ser privativos de Pirineos Sur empezaban a actuar también en otro tipo de eventos. Pero no hubo tal reflexión; como contrapartida se llevó a cabo la defenestración, nunca explicada satisfactoriamente, de Luis Calvo, director del festival desde sus inicios.

El calvicidio llevó precipitadamente a Luis Lles, creador de Periferias, al timón transitorio de Pirineos Sur, y a Begoña Puértolas, alma, con Luis Calvo, del festival, a un inexplicable segundo plano. Lles, responsable de la programación cultural en el Ayuntamiento oscense, hizo lo que pudo por mantener el barco a flote, y en 2019 llegó la privatización de los conciertos de Lanuza. La decisión, teniendo en cuenta la ya mencionada programación de Sallent, no se notó mucho, pues de alguna forma se mantuvo el espíritu y el ambiente que habían hecho de Pirineos Sur un evento especial. La pandemia llevó al festival al dique seco, pero ahora, de vuelta y con Sallent fuera de juego, sea por motivos económicos o políticos (su Ayuntamiento ha armado una programación de circunstancias al margen de Pirineos Sur) el gallo ya ha cantado.

Así que ahora viene la pregunta, puramente informativa, del millón: ¿por qué se privatizó Pirineos Sur? No se nos escapa la presión de los alcaldes de otras localidades oscenses por lo que tal vez consideraban excesivo trato de favor al Valle de Tena. Y tal vez haya que valorar que a los responsables políticos de la DPH no les interesaba ya el festival (la explicación económica de tener que hacerse cargo de servicio de bomberos no parece muy consistente). Motivos, aunque no explicados, habrá para todos los gustos, pero creo que se tomó una decisión precipitada, tal vez consecuencia de un mal consejo. Y más: ¿se valoró continuar con Pirineos Sur como un festival sostenible y más corto, en la línea del similar La Mar de Músicas? No sabemos, ni tal vez sepamos.

Lo único cierto es que, a día de hoy el Pirineos Sur que celebra este año su vigesimonovena edición dista mucho de ser el evento que distinguió una manera de programar y a una provincia. ¿Había que matar Pirineos Sur? Vale. Pero se merecía un funeral de campanillas. ¿Pueden cambiar las cosas? Quién sabe. A Sonde 3 Producciones, la empresa que ganó el concurso, le queda un año de gestión para explotar, con todo derecho, una marca que la DPH se tenía que haber reservado para otros posibles eventos. Se argumentará, con razón, que sin el reclamo del nombre, ningún promotor privado habría asumido el riesgo de hacerse cargo del festival. Tal vez; pero creo que al gran público que acude este año a Lanuza se mueve más atraído por los nombres de los artistas que por una denominación de gozosa trayectoria y porvenir incierto. Así, que sur o sur; esa es la cuestión.

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