El Periódico de Aragón

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Javier Fernández

El oficio de escritor

Sergio Ramírez siempre quiso ser eso, contador de historias, y desde muy joven se puso a hacerlo

El lunes 4 de julio Sergio Ramírez, el escritor nicaragüense, estuvo en Zaragoza, por la mañana en las Cortes de Aragón y por la tarde en la sede de la fundación Caja Rural de Aragón, el magnífico edificio del antiguo Casino Mercantil de nuestra ciudad.

El acto matutino, organizado por la Asociación Aragonesa de Escritores, pudo celebrarse gracias a la gentileza del presidente de las Cortes, Javier Sada. El objetivo de la conversación pública que mantuvimos era la de permitir al escritor centroamericano conocer y charlar con colegas aragoneses. El título que pusimos fue uno muy potente: La libertad de expresión del escritor y una asistencia muy nutrida, a las nueve y media de la mañana más de cuarenta personas me parece un exitazo, pudo disfrutar de la palabra de un grande de la literatura mundial del momento.

Por la tarde hubo una presentación de su última novela: Tongolele no sabía bailar de la mano de la periodista Ana Segura y con una asistencia potente, desde luego más de cien personas, y entre ellas muchos nicaragüenses de la populosa colonia de ese país entre nosotros.

Además de escucharle en los dos actos tuve el privilegio de acompañarle a lo largo del día y de todo ello es de lo que quiero dejar constancia en este artículo. El título que he puesto se debe a una frase que utilizó al contestar a una pregunta, se definió así, como una persona que ha elegido esa acción, la de escribir y así convertirse en escritor, algo que requiere inspiración, pero también trabajo, horas encima del folio en blanco, hoy pantalla del ordenador. Él siempre quiso ser eso, contador de historias, y desde muy joven se puso a hacerlo. Cuentos, relatos y novelas. Más adelante también ensayos. Y muchas horas dedicadas a ello, a buscar las palabras exactas para que el futuro lector entienda y disfrute con lo que él ha escrito. No desdeña la inspiración, imprescindible, pero pone el acento en el trabajo, en el oficio.

Su vida es parte fundamental de su obra, son dos caras de la misma moneda ya que sus historias casi siempre tienen que ver con su país y con los acontecimientos que han ocurrido allí. Las dictaduras de los Somoza (Anastasio Somoza García, el padre; Luis, hijo del anterior; y Anastasio Somoza Debayle, hijo y hermano) llegaron desde 1937 a 1979. Guerrilleros luchando contra ellos los hubo prácticamente siempre, aunque hasta 1961 no nació el grupo que terminaría por derrotar al último dictador de la dinastía. El Frente Sandinista de Liberación Nacional debe su nombre a Augusto César Sandino, guerrillero y luchador contra la permanencia de tropas estadounidenses en su país y asesinado el 21 de febrero de 1934 por el que era entonces responsable de la Guardia Nacional, Anastasio Somoza García. Cuando el 17 de julio de 1979 los sandinistas consiguen la huida de Anastasio Somoza Debayle se forma un gobierno de concentración de cinco personas y de ellas tres sandinistas, Daniel Ortega es el número uno y Sergio Ramírez el dos. Permanecerá en el gobierno, incluso como vicepresidente, hasta 1990. Posteriormente fue parlamentario y candidato, ya enfrentándose a Daniel Ortega.

Sus reflexiones sobre las revoluciones y el poder están en sus libros, pero es extraordinario oírle explicarlo. Como activista y, posteriormente, gobernante, afirma que es incompatible revolución y gobierno. Y lo resume de forma muy esquemática: la revolución supone ilusión y el gobierno es realidad. El gobernante tiene que atender a los intereses del conjunto y eso lleva, siempre, a la decepción de muchos y, entre ellos, bastantes revolucionarios. Un buen revolucionario sí puede intentar gobernar, pero siendo consciente de que la revolución, por sí, no es un programa de gobierno.

¿Esa reflexión explica lo que está ocurriendo hoy en Nicaragua? No, en absoluto. Revolucionarios decentes, como él, han estado gobernando, con las contradicciones apuntadas y dando opción a elecciones libres. Lo que está pasando con Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, presidente y vicepresidenta, es algo que se ha visto ya, por desgracia, muchas veces en el mundo. Es el poder por el poder, ese veneno que afecta a algunos gobernantes. Y no es de derechas ni de izquierdas, las dictaduras no tienen ideología.

Sergio Ramírez es un maravilloso conversador, pero, sobre todo, es un magnífico escritor que ha conseguido a lo largo de muchos años una destreza en el oficio que lo ha convertido en uno de los grandes. Y eso lo dicen millones de lectores, que le son fieles en todas las partes del mundo, y diferentes jurados de premios, editoriales o institucionales. Léanlo, es mi consejo. No se arrepentirán. H

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