Opinión

Olas de calor y cómo protegernos de ellas

La quinta parte de los hogares aragoneses presentan algún tipo de pobreza energética

Casi una quinta parte de los hogares de Aragón se encuentra en algún tipo de pobreza energética: gastan una parte demasiado alta de sus ingresos en facturas energéticas como para poder cubrir el resto de sus necesidades o gastan demasiado poco en relación a la media, mostrando que probablemente no puedan permitirse calentar o refrigerar sus hogares lo suficiente como para estar en una situación de confort.

Mucha gente no tiene los recursos o los medios como para estar, ya no a gusto, sino en una situación que no sea perjudicial para su salud dentro de su propia casa, sobre todo a las horas centrales del día durante estas olas de calor que nos asolan.

Es responsabilidad del Gobierno de Aragón y de los distintos ayuntamientos poner en marcha medidas que permitan a la población en situación de vulnerabilidad rehabilitar sus viviendas, para mejorar su eficiencia energética y sufrir menos el calor en ellas. Hasta que esas rehabilitaciones se ejecuten, los ayuntamientos deben facilitar espacios en los que podamos protegernos del calor.

Propuestas como la de implementar refugios climáticos –espacios de uso público que permiten a la población estar a una temperatura agradable, hidratarse y resguardarse del calor extremo– en la ciudad de Zaragoza, llevada al pleno del ayuntamiento el pasado 14 de junio, son ahora más necesarias que nunca. Sorprende, por tanto, que una medida así haya sido rechazada por los partidos de derecha locales, dejando a aquellas personas más vulnerables al calor, desprotegidos en uno de los veranos más severos según los registros existentes.

El poder refugiarnos del calor no puede estar vinculado únicamente al consumo, es decir, no podemos limitarlo a la presencia de centros comerciales y otros espacios privados. Los edificios y espacios públicos pueden y deben cumplir con esta necesaria labor, sobre todo si tenemos en cuenta a la población especialmente vulnerable, como son las personas mayores, los más jóvenes o quienes padecen alguna enfermedad crónica. En especial para ayudar a estos grupos de población, no es suficiente poner en marcha estos refugios climáticos, sino que deben ser ampliamente comunicados y señalizados, asegurando que quienes más lo necesitan puedan disfrutar de ellos.

No es comprensible que otras ciudades como Vitoria, Sevilla, Málaga o Barcelona, algunas de ellas con climas mucho menos cálidos que Zaragoza, sí hayan puesto medidas de este estilo en marcha, algunas de ellas accediendo a fondos europeos para implementarlas, y que aquí este tipo de propuestas sean rechazadas sin razones convincentes.

Estos espacios no solo ayudarían a proteger a la población del calor, sino que supondrían también un ahorro de energía en general, al aumentarse el número de personas refrigeradas con elementos naturales o sistemas de refrigeración públicos, en lugar de estar cada una de nosotras con un aparato de aire acondicionado encendido en nuestras casas, de nuevo, si es que contamos con esos aparatos. De esta forma, nos acercaríamos más a cumplir con los objetivos de ahorro energético que, a su vez, nos ayudarían a amortiguar todo lo posible el aumento de las temperaturas de los próximos veranos.

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