El Periódico de Aragón

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Carmen Bandrés

Arboricultura

La preocupación por las cuestiones medio ambientales, acreditada por el incremento en cantidad y magnitud de fenómenos perniciosos relacionados con el calentamiento global, está estimulando el desarrollo de una creciente sensibilidad social hacia todo lo relacionado con el medio ambiente. Y no solo en el campo, sino incluso en el entorno urbano, donde el cemento tiende a ceder protagonismo a las zonas verdes. Poco a poco, sin duda muy despacio, prospera una sustancial consciencia de lo que el árbol supone. Símbolo existencial, desde luego, pero también remedio, pues la vegetación constituye un pulmón liberador de oxígeno a la atmósfera, una pieza clave en la sostenibilidad de la vida en nuestro planeta. Al menos, de la vida tal y como la conocemos.

Sin embargo, perduran los atentados contra los árboles, sea en forma de criminales incendios provocados, o por desidia, imprudencia y malos hábitos. En esta fatal nómina, también suman el maltrato y las agresiones cotidianas hacia el árbol más próximo, el que nos acompaña en nuestro paseo urbano y nos cobija del sol implacable. Su enemigo es el vandalismo y, por lo que atañe a quienes se ha confiado su cuidado, el desconocimiento. En Europa existen los certificados de arboricultura, como el ETW, el ETT e incluso el VETcert, que garantizan la posesión de tal competencia; en España aún no son obligatorios, aunque afortunadamente pueden observarse, tanto por parte de las entidades locales como de las autonómicas, notables avances en este sentido. Por otra parte, en ciudades como Jaca o la propia Zaragoza se hace ya muy perceptible el mayor peso y saber hacer de los departamentos responsables de cuidar del arbolado y unas zonas verdes que paulatinamente ganan espacio al asfalto. Sin embargo, la ciudadanía todavía camina un par de pasos por detrás de estos técnicos.

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