El Periódico de Aragón

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Editorial

Un alivio para los usuarios de la A-68

Los vehículos ya circulan por la autovía A-68 entre los municipios de Gallur y Mallén. La apertura al tráfico de estos diez kilómetros pone punto y final a 30 años de reivindicación de los vecinos y los alcaldes de la Ribera Alta del Ebro. Este hito elimina un punto negro de las carreteras aragonesas, que soporta alrededor de 11.000 vehículos diarios; reduce la siniestralidad en la vía --se han registrado 75 muertes por accidente en las tres últimas décadas--; y dinamiza el tráfico de turismos y mercancías en dos comunidades, la aragonesa y la navarra, que históricamente han mantenido importantes lazos comerciales. Pero la cicatriz no estará cerrada en su totalidad hasta otoño de 2023, fecha en la que está prevista la apertura del último tramo de cuatro kilómetros que permitirá circular por esta vía entre Zaragoza y Tudela. Sin embargo, aunque con estos 10 kilómetros se resuelven las complicadas intersecciones existentes en este eje, en particular el desvío de Soria, muchos de estos enlaces todavía no están terminados.

La autovía A-68 es estratégica para la provincia de Zaragoza y, en definitiva, para Aragón, puesto que discurre desde Vinaroz (Comunidad Valenciana) hasta Miranda de Ebro, en la comunidad de Castilla y León. No obstante, solo está completado el tramo navarro. La vía tiene una longitud de 400 kilómetros y está considerada una de las que más tráfico pesado soporta, ya que está enclavada en el cuadrante noreste de España, una de las zonas que aglutina más del 70% del PIB nacional.

El estreno de la vía entre Gallur y Mallén es, sin duda, una gran noticia, pero ha tardado demasiado tiempo en producirse. Este tipo de infraestructuras exigen agilidad y rapidez por parte de las administraciones, que deberían analizar que los beneficios de su puesta en servicio van mucho más allá. La pérdida de vidas es, sin duda, el mayor peaje que se ha pagado durante todos estos años, pero una vía como la A-68 es un estímulo a la actividad, vertebra el territorio y contribuye a reducir la brecha entre la España vacía y el del país. Para Aragón es una zona clave para el desarrollo de la logística y para las compañías de transportes que operan en ese corredor, pero también para la atracción de empresas vinculadas con el sector de la automoción.

En definitiva, el corredor Cantábrico-Mediterráneo es de vital importancia para la comunidad, de ahí que su conexión por ferrocarril sea una de las prioridades para las administraciones aragonesas. Su impulso ha de ser estratégico para el Gobierno central. Y debe demostrarlo.

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