El Periódico de Aragón

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José Manuel Lasierra

Megarricos en una isla desierta

Construir un país incluyente y de progreso merece una contribución de aquellos que más tienen

Comentaba Keynes en cierta ocasión, con su proverbial sentido común, que cuando cambiaban los hechos o las circunstancias, él cambiaba de opinión y retaba: ¿y usted qué hace? Pues bien, algunos dicen siempre lo mismo, aunque cambie la situación o la realidad desmienta reiteradamente unas teorías y unos hechos. Las orejeras ideológicas son tan potentes, cubren tanto los ojos y ofuscan tanto la mente, que se anula la reflexión y se desprecia el sentido crítico. Ocurre de forma parecida en la derecha y en sectores de la supuesta izquierda. El caso de los impuestos y la política fiscal, en particular, afecta de forma descarnada a la derecha.

Empezamos por su negativa a gravar los beneficios extraordinarios de las energéticas, caídos del cielo o de la guerra. La energía es un factor que se usa en la actividad empresarial y en la vida cotidiana de todo el mundo. Sus efectos acumulativos y de arrastre repercuten en todos los usuarios. ¿No merece la ciudadanía un mínimo de atención para aliviar esta situación? ¿No es mejor contribuir con esos excesos y limitar el malestar social, incluso por el bien de los propios megarricos? ¿Dónde queda la Responsabilidad Social Corporativa de las eléctricas? ¡Cuántos árboles tienen que plantar y cuántas ballenas tienen que salvar para que creamos en su compromiso con la sociedad!

Seguimos con otros impuestos. Deflactar el IRPF significa aplicar unas reducciones en los ingresos según el crecimiento de la inflación. La inflación reduce, es cierto, la renta real y por consiguiente se tributa por algo no obtenido. Es decir, los crecimientos de los ingresos al crecer los precios no son ganancias reales pues lo que compramos nos cuesta más. Algunos estudios sobre los efectos de la deflactación señalan que para el caso de Madrid las rentas bajas se ven aliviadas en una contribución de entre 16 y 40 euros mientras que las rentas altas se benefician en más de 110. Esta es la consecuencia de una deflactación generalizada: unos se benefician más que otros. Si nos parece poco, podemos dar una ayudita a los ricos: las becas de Madrid a las rentas de 170.000 euros. La campeona de la libertad, la Sra Ayuso se retrata magistralmente: dar más a quien más tiene.

Nos encontramos en plena subasta fiscal pero no es un hecho nuevo. Debemos recordar que la competencia fiscal y los privilegios hace años que los mantienen País Vasco y Navarra. No es una cosa solo de Madrid. Por cierto, ¿cuántas empresas de la comarca de Tarazona se han ido a Navarra?

La reducción a cero del Impuesto del Patrimonio tiene importantes consecuencias. Si no se ingresa no se tienen recursos para gastar, hay que recortar. Se argumenta que los ingresos que lo han generado ya han pagado impuestos. Habría que verlo. Las rentas del trabajo no se escapan al fisco, pero con ellas se hace un escaso patrimonio. Las rentas del capital son otra cosa, aunque se sigan prácticas legales. No descubrimos nada nuevo. En cualquier caso, el mayor patrimonio del mundo en una isla desierta no vale nada. Un patrimonio adquiere más valor cuanto más dinámica es una sociedad y una economía. Hay fundamentos éticos para aplicar este tipo de impuesto. El patrimonio de un súper rico español en Mali, por poner el caso, vale muy poco. Aquí vale más y cuanto mejor le vaya al país, mayor será su valor. La estabilidad, la seguridad y el dinamismo de una sociedad crean riqueza y bienestar de forma que cuanto más tenga uno, más vale lo que tiene, en líneas generales. ¿Tan difícil es entender esto? ¿Contribuir con una cantidad a construir un país incluyente y de progreso no merece una contribución de aquellos que más se benefician, aquellos que más tienen? Reducir los impuestos de forma generalizada para reactivar la economía no se ha producido nunca. Además, en el contexto actual de mucha deuda contribuye a agravar la situación de las generaciones venideras. Constituye un pésimo ejemplo para Europa que esta vez sí ha diseñado recursos para afrontar la crisis del covid y ahora tenemos la guerra con unos costes que no queremos ver. En fin, los que dicen de bajar los impuestos, que los impuestos son malos, que reducen el crecimiento, fíjense en países donde se suelen pagar pocos impuestos y aquellos en los que se suelen pagar muchos. ¿Cuáles elegirían para vivir?

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