El Periódico de Aragón

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Fernando Carnicero

EL ARTÍCULO DEL DÍA

Fernando Carnicero

Paisajes con figuras

Personas cada vez más diferentes acompañan el paisaje según su lugar de residencia

Paisaje con Figuras fue una producción de RTVE que inicio su emisión en febrero de 1976 y permaneció en antena hasta 1985, con una interrupción entre marzo y noviembre de 1976.

Fue «por orden gubernativa» siendo entonces Presidente del Gobierno Carlos Arias Navarro. El programa versaba sobre personajes de la Historia de España, que no habían sido muy reconocidos y que sus actos habían dejado huella o significaron momentos importantes en su vida. En el caso de la suspensión del programa, el delito fue que teniendo como protagonista de la emisión a Juan Sebastián Elcano, se emitió un padrenuestro en euskera. El programa estaba dirigido por Mario Camus con guiones realizados por Antonio Gala.

Traigo aquí este pequeño recuerdo de cómo entonces la televisión pública, tirando de personas de mucho prestigio, emitió una serie cultural sobre personajes de nuestra historia en un momento en que la cultura podía ser motivo de conflicto, como así fue, provocando serios problemas a Antonio Gala, que se vio afectado por un auto de procesamiento y amenazas de muerte.

Realizada esta introducción, me quiero servir de este título, porque en nuestro paisaje actual, también existen personas, normales y corrientes, ciudadanos con derechos que como aquellos personajes históricos que reflejaba la serie, forman parte de nuestro paisaje y apenas tienen reflejo en los medios de comunicación aunque sí tienen un papel importante en nuestras vidas. Forman parte de ese círculo de personas, que día a día participan en la prestación de muchos servicios que otra parte de la ciudadanía no está dispuesta a realizar. Forman parte del paisaje de esos barrios que sin llegar a degradarse, han perdido la prestancia de otros tiempos, en los que fueron lugar de acogida de otros ciudadanos que como ellos ahora, dejaron sus pueblos o ciudades en busca de una vida mejor. Conviven con personas mayores que se han negado a abandonar los lugares con los que crecieron, formaron su familia, hicieron amigos, en realidad donde construyeron su propia historia. Son parte de aquellos que con su esfuerzo y trabajo contribuyeron a levantar la economía de un país maltrecho por la guerra y los tiempos posteriores.

No hace falta saber mucho de economía para comprender que se encuentran en los límites de la pobreza. Solo con mirar sus ropas, ponerse a la puerta de los comercios donde adquieren sus alimentos y productos más necesarios para desarrollar sus vidas, a veces comprobar cómo van colgando números de teléfono por las farolas o pasar por los hospitales y comprobar quién acompaña a los enfermos por la noche. Es habitual encontrarlos empujando una silla de ruedas con un anciano o arrastrar el carro de la compra con una mano mientras en el otro brazo sostienen a una persona mayor.

En un país como el nuestro, que se encuentra entre las mayores potencias económicas del planeta, estamos viendo cómo va aumentado la brecha entre los que más riqueza atesoran y los que más necesidades sufren. La crisis inmobiliaria y la pandemia están arrastrando también a una parte de la clase media hacia un escalón que hacía mucho tiempo que tenían superado.

Las pequeñas empresas, autónomos y muchos empleados de distintos grupos y actividades encuentran cada día más problemas para poder desarrollar su vida con normalidad. Cada vez se ven a más personas en los comedores sociales, algunos de ellos han sido empresarios que la crisis les ha dejado en la calle, sí en la calle literalmente. Día a día escuchamos quejas de lo desagradable que resulta ver a gente durmiendo en los portales, en pasajes céntricos de nuestras ciudades o en los parques. Nos lamentamos de esa imagen pero no sé si nos preguntamos el porqué. No entramos a analizar los motivos que llevan a estas personas a esa situación y qué se puede hacer para solucionarlo. Las oenegés dan cifras espeluznantes de la situación, los servicios sociales de los ayuntamientos, gobiernos regionales y organizaciones sociales como Cáritas, la Cruz Roja y muchas parroquias que practican el mensaje que predican, se encuentran saturadas, no dan más de sí.

Mientras tanto y en paralelo, nos encontramos con otras figuras en paisajes completamente diferentes. Pueblan otros barrios de la ciudad. Impecablemente vestidos, conducen vehículos de alta gama, entran y sales de despachos de empresas y tienen muy buena relación con las distintas administraciones. Hay que reconocerles que realizan una gran labor profesional o empresarial, que es necesaria y muy importante para el desarrollo de nuestras ciudades y el propio país. Su función es imprescindible para el funcionamiento de la mayoría de los servicios, se mueven en un mundo muy complejo y competitivo, crean muchos puestos de trabajo y riqueza y son un motor importante de la economía. De estos grupos salen esas noticias que informan de grandes beneficios al cierre de sus balances, producto de su buena gestión en todo lo relacionado con sus empresas y en algunos casos fruto de la especulación, haber sido los más listos o más bien listillos o servirse, como se ha visto también, de muy buenas relaciones con los poderes políticos que les sirven en bandeja normativas que contribuyen a que sus beneficios contribuyan muy poco a la cesta común.

Llevamos ya muchos tiempos instalados en el debate de si conviene o no bajar los impuestos, que si impuesto sobre patrimonio sí o no, o que quiénes son aquellos que deben contribuir mayormente al sostén del estado, que antes llamábamos de bienestar. Parece que esa palabra está desapareciendo del lenguaje habitual y un individualismo feroz se está adueñando de nuestra sociedad. Mientras tanto está encendido un debate que en un Estado moderno debería de tener resuelto. Recientemente Cándido Marquesán, en las páginas de este mismo medio, se refería a la «Solidaridad Constitucional» que aparece en el artículo 2 de la Constitución Española y que refleja ese principio entre autonomías ricas y pobres. Del mismo modo Ricardo Barceló en su artículo del domingo 2 de octubre se preguntaba sobre lo dañino que puede ser para un aragonés pagar un impuesto de patrimonio de 1.100 euros anuales cuando tiene a su disposición más de un millón de euros.

Pues a pesar de las evidencias, se sigue insistiendo y cada día hay más impuestos indirectos, que soportamos todos y menos directos y progresivos que deberían alcanzar a aquellos a los que su pago no les supone ningún trastorno. Las consecuencias ya se están viendo y deberán ser los poderes públicos los que articulen las medidas para evitar estos desequilibrios.

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