Opinión | LA RÚBRICA
‘Espantáneos’
La corrección política se utiliza de forma peyorativa, aunque echamos de menos una política correcta
Nos gustan las personas espontáneas, siempre que lo sean con moderación. Es decir, a nuestro gusto. Pero si se pasan de nuestra raya, esos sujetos comienzan a ser irrespetuosos. Las personas abiertas e impetuosas, triunfan como referentes de liderazgo y atrevimiento social.
Quienes son apocados y comedidos, aparecen como tristes actores secundarios de la inacción. El comportamiento es el resultado de una pugna entre la inhibición y desinhibición que convive con nosotros desde que nacemos. La valoración del resto de nuestra conducta, por los demás, consiste en aceptar o no como permisible dicho proceder.
Como buenos animales, lo más natural de nuestras respuestas son los instintos. Pero como animales buenos, nos inhibimos de ejecutar las demandas irracionales que cocina el sistema límbico del cerebro. Gracias a eso, algunos de mis profesores vivieron muchos años tras finalizar el bachillerato y pude ir a la universidad en libertad y sin cargos.
Ahora bien ¿somos salvajes descontrolados, que nos aguantamos permanentemente, o seres sociales reprimidos, que nos desinhibimos ocasionalmente?
Los mayores ven a los jóvenes en el primer grupo. Las nuevas generaciones nos ven a los adultos en el segundo colectivo.
La inhibición es buena si es propia y aceptada. La desinhibición, también. Nos desmelenamos como monos porque vivimos con demasiados moños cardados.
Los coach del buenismo recomiendan que seamos nosotros mismos. Será que la madre que nos parió dio a luz un gremlin que nos ha poseído hasta hoy. Quizás por eso al mojarnos de alcohol ya no somos seres singulares, sino plurales, y vemos doble.
Los problemas llegan porque ejercemos de correctores de comportamientos ajenos, como censores sociales. Lo triste es que hemos naturalizado lo comedido como correcto. La mayoría impone una presión (no me atrevo a decir represión) que lleva a la autocontención. Resulta difícil admitir lo espontáneo como natural. Acusamos a otros de haberse desinhibido, pero rara vez lo hacemos por inhibirse.
Las reglas sociales priman lo apocado. Las religiones recompensan espiritualmente a los dóciles y mandan al infierno a los gentiles. Era previsible que si lo natural se contrapone a lo divino, lo espontáneo se viera como demoniaco. Así de satánica es la risa en El nombre de la rosa (Umberto Eco, 1982). Buscamos excusas para desinhibirnos. Puede ser una juerga, unas copas o una obligación. Lo peligroso es que en ese terreno del descontrol, la maldad triunfe sobre lo irracional. No hablo de un desmadre instintivo, sino de una acción voluntaria y premeditada.
El vídeo machista del Colegio Mayor Elías Ahuja de la Complutense de Madrid (donde estudió Pablo Casado), y que gestionan los Agustinos, nos recuerda que los cachorrovox de las derechas se alejan de la civilización. Estudian pero no aprenden. Lo lógico sería aplicarles, a todos ellos, una orden de alejamiento para proteger a las mujeres del Colegio Santa Mónica y del resto del planeta.
La corrección política se utiliza de forma peyorativa, aunque echamos de menos una política correcta. Lo transgresor vende, pero agota. Una bronca llama la atención, pero diluye la razón, aun teniéndola. En cambio, la desinhibición que corrige con argumentos y desmonta falsedades, inhibe el odio y la mentira.
La ministra Calviño ejerció de atleta política en el Congreso obteniendo, como la gimnasta Nadia, un diez con aplausos paralelos de toda la izquierda. Miente Feijóo al afirmar que España va de colista en el crecimiento europeo. Los datos naturales y espontáneos (de Eurostat) dicen que nuestro país es el segundo que más crece, solo por detrás de Suecia. La represión de lo natural, en concreto de una risa en forma de datos positivos, convierte al inquisidor Bernardo Gui en el «CEO» de la oposición conservadora. El acuerdo presupuestario en la izquierda, supone la mayor inversión social de la democracia.
Suben las prestaciones por desempleo, las pensiones, los salarios de los empleados públicos, la inversión en salud primaria, mental y dependencia, etc.
En Aragón, la inversión del estado crece un 5%. Lo necesario, por natural que parezca, requiere esfuerzo y respaldo ciudadano. La desinhibición en política implica confrontar con argumentos a quienes se oponen a los avances progresistas.
Aprovechen estas fiestas para desinhibir la rigidez de comportamiento que nos escayola la vida. Y no olviden inhibir a ese espanto de primate que anida en su cerebro. Controlen su ira espantánea y disfruten de la risa espontánea.
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