Opinión | COSAS QUE PASAN

Cortafuegos al machismo

Volver a visionar el vídeo de la manada de lobos aullar en las ventanas iluminadas del colegio mayor Elías Ahúja, en Madrid, sigue dando miedo. Pone los pelos de punta analizar esa escenografía, perfectamente orquestada, que sigue a los gritos histéricos del líder, cuando todas las ventanas del edificio se iluminan en la noche anónima y cobarde para lanzar a coro sus obscenidades machistas.

Lo describe muy bien Noelia Ramírez en su impecable artículo de opinión de hace unos días en El País, titulado Las putas y los buenos tíos del Elías Ahúja. Es tan bueno que resulta vomitivo reconocer sus acertadas palabras. «En esa residencia de lujo (1.200 euros/mes) desde la que retumba la cultura de la violencia en nuestra cara están los hombres que decidirán nuestro futuro». Imagina con acierto: «Porque en ese estupor de que entre quien grita esa advertencia están los encargados de los Recursos Humanos, el coordinador de empresa, los jueces de violencia de género, los políticos que firmarán las leyes de igualdad o los profesores que impartirán educación sexual».

No valen las disculpas posteriores a la escena de los «buenos tíos del patriarcado». No valen las tibias y condescendientes declaraciones del director del colegio mayor que más bien parecían un aplauso a los muchachos (supongo que la Universidad Complutense lo habrá cesado de inmediato). No vale la socorrida excusa de seguir la tradición de estos centros donde se sobrevalora la masculinidad como desfogue juvenil. No vale la complicidad de las chicas pijas del colegio mayor de enfrente, quitando importancia a los hechos. «Pero si lo hacen todos los años...». Esa actitud de las señoritas normaliza el machismo más peligroso que, actuando en manada o en solitario, es capaz de hacer mañana todo lo que gritaban ayer. Por lo visto estos universitarios se grababan haciendo saludos nazis año tras año. Otra tradición encantadora para hacer luego unas risas.

Ante estas aberraciones de la conducta en los centros educativos cada vez más frecuentes hay que poner cortafuegos para evitar que las llamas incendien el bosque y se extienda la violencia machista en la sociedad. No son solo hechos aislados sino una peste que se pone de moda y pretende devolver a la mujer a las cavernas. Ya vamos viendo que Vox quiere volver al 36; y como parece que no tienen argumentos políticos ni talento musical se apoyan en canciones pop de grupos desconocidos que dan más pena que un segundo de gloria en algunos telediarios.

La educación que reciben los niños en las familias es básica y fundamental y por desgracia me da la impresión de que en bastantes casos se vuelve a potenciar el poder de la masculinidad mal entendida que se convierte fácilmente en exaltación del machismo más agresivo. Por esta y otras razones no me gusta nada la palabra «empoderamiento» ni referida a las mujeres ni a los hombres. Suena a lucha de sexos en la batalla de la vida, donde debemos ir juntos y apoyándonos como seres humanos para ser más felices.

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