El Periódico de Aragón

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Juan Bolea

Sala de máquinas

Juan Bolea

Goya y Zuloaga

Una de las exposiciones del año es, sin duda, Zuloaga, Goya y Aragón: la fuerza del carácter, en La Lonja de Zaragoza. Tan solo el diálogo que a lo largo de todas las salas mantiene Ignacio Zuloaga con su gran maestro Francisco de Goya ya merecería la pena la visita, pero el comisariado de la muestra ha profundizado más, al punto de ofrecernos una suerte de continuum de una corriente pictórica en cuya secuencia perfectamente se aprecia cómo el nuevo rumbo impuesto por Goya encontró pronto entusiastas discípulos que aplicaron su técnica a nuevos descubrimientos.

Así, los retratos, incluidos los sucedáneos de majas pintados por Zuloaga, tienen todos un aire de familia y, al mismo tiempo, esa pátina, evanescencia o solidez que solo reúnen las obras maestras, en especial las que, como la de Goya y su discípulo, han derrotado el paso de los años y descansan ya en un lugar simultáneamente inmóvil y bullente de nuevas ideas y propuestas artísticas. Porque tanto Zuloaga como Goya, siendo clásicos, permanecen siempre en vanguardia.

La posición privilegiada de que goza el genio aragonés debe mucho al interés que Zuloaga se tomó por su legado. El pintor vasco estuvo presente en la ceremonia de exhumación de los restos de Goya en el cementerio de Burdeos y sería él quien rehabilitase la casa natal del pintor en Fuendetodos. La generosa devoción de Zuloaga incluyó su paciente indagación de muchas de las obras extraviadas de don Francisco, logrando rescatar unas cuantas, algunas muy valiosas, de las manos de anticuarios de poca monta, en Madrid o en París…

A base de recorrer Aragón durante los primeros años del siglo XX, siempre tras las huellas de Goya, Zuloaga aprendió a amar y a pintar nuestra tierra como pocos pintores lo han hecho. En la muestra de La Lonja abundan sus paisajes aragoneses y tipos pirenaicos, hombres y mujeres de Hecho o de Ansó, por ejemplo, con su indumentaria típica y sus agudas miradas y rostros que parecen vivos. Deparando esos cuadros, muchos de ellos murales, además de su formidable belleza artística un enorme interés desde el punto de vista etnográfico y cultural. Obras de Villadrich, García Condoy, Pradilla y otros maestros aragoneses complementan esta asombrosa y nuclear exposición sobre una de las principales raíces de la pintura española.

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