Opinión | Sala de máquinas

Espías imperiales

A lo largo del siglo XVI, reinados de Carlos I y Felipe II, la monarquía hispánica estableció redes de espías en sus territorios. También, naturalmente, en los controlados por su gran rival, el imperio turco. Ese marco de choque por la hegemonía del Mediterráneo, de Valencia a Malta y de Venecia a Jerusalén, fue escenario de naumaquias entre las dos grandes potencias de la época, con épicos enfrentamientos entre los reyes cristianos y Barbarroja o Solimán el Magnífico. Para desvelar secretos de alta política o conocer las fuerzas del enemigo, España organizó una compleja red de espías, operativa en casi todos los estamentos sociales, ejércitos, órdenes militares o religiosas… configurando una opaca y oculta red de información.

En su ensayo Espías del imperio. Historia de los servicios secretos españoles en la época de los Austrias (Espasa), Fernando Martínez Láinez ha profundizado en el estudio de aquel muy desconocido pero ambicioso y eficaz servicio de información reservada y aplicada a los intereses políticos, comerciales y bélicos de la entonces poderosa monarquía española. Con la misión última de informar al emperador, nuestros anónimos espías (oficiales de Infantería o Marina, comerciantes, frailes mercedarios, marineros, artesanos, incluso autores tan relevantes como Miguel de Cervantes o Francisco de Quevedo) se coordinaron con los virreyes de cada territorio afectado por la inestabilidad (Sicilia y Nápoles, por ejemplo, de la que dependían Constantinopla y la costa de Berbería), recibiendo, a cambio de sus discretos informes, más discretos pagos aún en dinero sonante.

En un principio, serían los virreyes los encargados de administrar estos fondos que hoy llamaríamos «reservados», hasta que el cargo de «espía mayor» centralizó las operaciones. Agentes secretos como el albanés Bartolomeo Brutti, el vallisoletano Martín de Acuña o el veneciano Santa Croce prestaron servicios para minar el imperio otomano y adivinar los movimientos de su armada. Secretarios de Estado como Antonio Pérez o damas de alcurnia, como la princesa de Éboli, intervinieron asimismo en el juego de los espías, a veces de modo tan ambiguo que la historia no ha sabido muy bien en qué lado posicionarlos…

Espías españoles en el Siglo de Oro… Suena a carne de novela, pero fueron reales, muy reales…

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