Opinión
Cara B
La libertad no consiste en elegir lo que queremos, sino en saber que queremos lo que elegimos
Acaba de salir del médico tras conocer los resultados de unos análisis que le indicaron, como consecuencia de esas molestias que le preocupan. Las noticias no son buenas. Debe someterse a una intervención urgente ya que, de evolucionar desfavorablemente, la enfermedad pondría en riesgo su vida. Pero la operación es delicada. El doctor le informa que el 10% de la gente que entra en quirófano, muere en un plazo de cinco años. ¿Asumiría ese riesgo? Parece peligroso. Sólo un 39% de los pacientes que se encuentran en esta tesitura aceptan la intervención.
En el despacho de al lado, otro paciente se enfrenta a una disyuntiva similar, con la misma patología. Se le explica que el 90% de quienes se operan, viven más allá de los cinco años. Pues bien, el 56% de las personas que recibieron esos datos decidieron operarse. Como ven, la misma información lleva a respuestas diferentes. ¿Por qué? Porque nos influye más lo dañino y la naturaleza nos prepara para defendernos.
Pero si generalizamos esta respuesta a todo tipo de estímulos, sólo atenderemos a lo negativo. Da igual que sean sucesos dramáticos, de los que se hacen eco los medios de comunicación o que, sencillamente, hayamos perdido el tranvía. Lo malo que nos sucede nos convierte en víctimas y sirve para llamar la atención o como excusa que eluda nuestra responsabilidad. Ya lo decía uno de los personajes del genial Quino, mientras leía los sucesos en la prensa de todas las guerras y males de la época.
Frente a la angustiada Mafalda, Susanita despachaba las tragedias con una frase: «¡por suerte el mundo queda tan, tan lejos!». Lo negativo que les ocurre a los demás, nos pone en el lado bueno de la vida y nos aleja de la maldad. Como somos morbosos, nos atrae ver de cerca las desgracias ajenas. La cosa se retuerce si la envidia nos lleva a pensar que, de paso que algo va mal, mejor que la maldición caiga en nuestros adversarios. Aplicamos una versión retorcida del refrán: «no hay bien que por mal no venga».
No sólo prestamos más atención a lo negativo, sino que valoramos menos lo positivo. Somos capaces de empeorar la ecuación desde ambos puntos de vista. Lo curioso es que nos permitimos la contradicción de repudiar a los cenizos. El problema no es que sean pesimistas vitales, sino que tememos su contagio. Toleramos mejor la maldad que el miedo a la misma. Las creencias viven de los temores. Las religiones basan su influencia en todo lo malo que puede pasar. Y en todo lo mal que lo debes pasar, ahora, para llegar a disfrutar de una felicidad tan eterna como quimérica.
Volvamos al inicio de este artículo y sustituyan a esos doctores que nos informan, para que tomemos una decisión trascendental, por cualquier persona o entidad con influencia. Si nos ofrecen la posibilidad de tomar una decisión, presentando de una determinada manera la información, lo que hacen en realidad es manipular nuestras respuestas.
La libertad no consiste en elegir lo que queremos, sino en saber que queremos lo que elegimos. Ese proceso de reflexión obliga no sólo a conocer las alternativas, sino al análisis de las preguntas con criterio propio. Las cosas no tienen un lado bueno o malo. Es nuestra perspectiva.
Yo, en los discos sencillos de vinilo, siempre ponía primero la cara B porque entendía que era la buena. Algunos críticos coincidían conmigo.
Si además de jugar con los datos para influir en sus consecuencias, se conspira y miente para perjudicar a otros usando la propia autoridad, entramos en el código penal y en la asunción de responsabilidades.
Esta semana, el juez Alba ha entrado en prisión por confabular contra Victoria Rosell, actual delegada del Gobierno contra la violencia de género. El jueves, la Dirección General de Policía cesó al inspector jefe Rafael Ferris, que dirigía una comisaría de Valencia. El motivo, difundir bulos en un acto de Vox, sobre la relación entre inmigración y delincuencia. Son dos noticias, cargadas de veneno, que merecen ser destacadas desde el otro lado de la actualidad.
Estos días, las derechas europeas protagonizan la descomposición de Gran Bretaña, los incendios de huelgas en Francia y la presión vergonzosa de Berlusconi en la caldera ultra italiana.
España, en cambio, lidera soluciones energéticas y es un ejemplo de estabilidad en la Unión. Los españoles somos buenos pacientes para elegir lo mejor para nuestra salud. Entre los malos augurios del matasanos Feijóo y las alternativas saludables del «doctor» Sánchez, elegiremos, sabiendo, lo que queremos y necesitamos.
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