Opinión
Las letras aragonesas
La narrativa aragonesa, especialmente en el campo de la novela histórica, está viviendo una verdadera edad de oro. En el último siglo ha habido aragoneses de gran trascendencia literaria (Ramón J. Sender es el gran referente), pero en estos últimos años la proliferación de escritores está siendo una verdadera eclosión en cantidad y calidad, en muchos casos reconocidos con premios nacionales muy relevantes. Es el caso de Soledad Puértolas, Javier Sierra y Luz Gabás (premios Planeta), Fernando Lalana y Ana Alcolea (premios Cervantes chico) o Ignacio Martínez de Pisón (premio Nacional de narrativa). A estos autores se han ido sumando novelistas como Isabel Abenia, Domingo Buesa, Javier Fernández, Carmen Santos, Chesús Yuste o Luis Zueco, y los muy jóvenes Alejandro Corral, Eloy Morera o Ricardo Ramos.
Nunca antes en la literatura en Aragón había habido tantos y tan excelentes novelistas, ni tantas ferias del libro, ni tantas y tan buenas librerías (lamentablemente alguna cerró por la crisis), ni tantas editoriales radicadas en esta tierra, ni tantas y tan magníficas bibliotecas, estas últimas, sin duda, la joya de la infraestructura cultural de esta Comunidad, atendidas además por profesionales entusiastas y muy cualificados; y nunca había habido tantos eventos literarios como ahora, tradición que mucho le debe a la labor impagable que durante años ha realizado el escritor Ramón Acín, al que algún día habrá que rendirle un gran homenaje por su labor de difusión.
La literatura aragonesa está al nivel de la mejor literatura española, como se puede constatar en los ciclos de los Lunes y Martes de Otoño de la Fundación Caja Rural de Aragón, en los que este año comparten cartel los aragoneses Ana Alcolea y Manuel Vilas con autores como Santiago Posteguillo y María Reig, o en los programas de escritores en las bibliotecas que organizan las Diputaciones Provinciales, que posibilitan llevar a localidades pequeñas a autores muy reconocidos.
Y si los novelistas presentan esta notoriedad, los poetas y los ensayistas no les van a la zaga; baste comprobar, por ejemplo, la amplia nómina de autores de estos géneros en la Asociación Aragonesa de Escritores, que en junio de 2023 cumplirá veinte años.
En este brillante panorama, solo echo en falta una mayor implicación de los profesores (hay muchas excepciones, claro) de los centros educativos de secundaria, y desde luego, de la universidad, que sigue viviendo en una burbuja, como si le resultaran ajenas las cosas de este mundo.
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