El Periódico de Aragón

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José Manuel Lasierra

TERCERA PÁGINA

José Manuel Lasierra

Por qué no se esfuerzan

La brecha y la segregación escolar producen graves desigualdades que se traducen en clasismo laboral

De manera recurrente aparece en ciertos sectores la acusación de que las diversas leyes educativas no estimulan el esfuerzo de los alumnos, especialmente si estas están elaboradas por la izquierda. Las derechas políticas siempre apelan al esfuerzo y parecen sentirse orgullosas y complacidas de sus logros. Las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) están disponibles desde la época de Zapatero y dan información muy valiosa a este respecto. Por ejemplo, se puede clasificar la sociedad española en cuatro grupos ideológicos: izquierda, derecha, centro izquierda y centro derecha, y relacionar la respuesta que dan sobre las causas de las que depende tener una posición económica en la escala social, comparando el esfuerzo, la motivación y la valía profesional (puntuando 0) frente al apoyo de familiares, conocidos o la suerte (puntuando 10).

La izquierda tiene una media de siete en la escala anterior y el centro izquierda y el centro derecha de seis mientras que la derecha es una nota mayor de siete. O sea, según estos datos, en general se valora poco el esfuerzo como determinante de la situación personal, se aleja del valor cero, y son más importantes otros factores más clasistas se podría decir. No concuerda el discurso de la derecha política, que apela al esfuerzo como palanca de mejora socioeconómica, con lo que opina la derecha sociológica, según esos datos.

En esto del esfuerzo, existe la opinión bastante extendida de que los jóvenes hoy tienen una vida muy fácil y acomodada, reciben todo tipo de atenciones y están sobreprotegidos. Algo, por no decir bastante, hay de esto. Cierto también que la precariedad laboral y las dificultades de acceso a la vivienda ponen las cosas, para su independencia y maduración y para el desarrollo de su proyecto personal, en un plano muy difícil. Pero quizá un poco menos de protección no vendría mal. La sensación es que los padres a veces ayudamos poco. No es raro encontrar un grupo de padres y madres tomando un café después de dejar a sus hijos en el cole o en los grupos de WhatsApp criticando a los profesores. El despropósito mayúsculo lo vimos cuando se planteó una huelga para que los profes no pusieran deberes. Ya se sabe: en el futuro a los perros los atarán con longaniza. En cierta ocasión el Roto lo ejemplificaba con una de sus sabias viñetas: Un joven reflexionaba en voz alta: «Les dije a mis padres que perseguía un sueño y me regalaron un colchón».

Los jóvenes y los que no son tan jóvenes son víctimas de situaciones aparentemente poco importantes que no están en el debate social y político. Una de ellas es la que se deriva de la segregación escolar que va a marcar su posición social para siempre. Cuando hablamos de desigualdades es mucho más importante fijarse en este tipo de cosas que condicionan grave e implacablemente el futuro, que en las grandes fortunas sobre si pagan muchos o pocos impuestos, o en el debate sobre la desigualdad en abstracto.

La encuesta del CIS 3374 de julio de 2022, en relación la posición socioeconómica y la clase social a la que se siente pertenecer, señalaba otras cuestiones muy interesantes. Las clases bajas acudían más a familiares y amigos frente al esfuerzo y a la formación que las clases medias, sobre todo, y algo menos que las clases altas. Las clases bajan no creen en la meritocracia, no la ven. Piensan que a una posición social elevada se llega por lo que siempre hemos llamado influencias. No reúnen las credenciales profesionales y/o académicas suficientes como para optar con su currículum a los puestos de trabajo vacantes.

Curiosamente las clases altas también echan mano de sus familiares y conocidos, pero son muy distintos esos apoyos en cuanto a su poder socioeconómico respecto al de las clases bajas. Las clases altas sí que aprovechan sus relaciones con personas ligadas al poder político, burocrático o económico. Las bajas simplemente dan voces. En relación a que las clases altas creen más en el mérito, aunque no sea verdad, les permite justificar su posición y privilegios: «Nos lo hemos ganado».

¿Dónde nace este escepticismo sobre el valor del esfuerzo y la motivación para permitir una cierta movilidad social? La brecha y la segregación escolar producen graves desigualdades educativas que más tarde se traducen en clasismo laboral y en dificultades de progreso y ascenso social. El esfuerzo tiene relación con las expectativas de conseguir un objetivo y por tanto es normal que se pregunten, esfuerzo para qué.

Hay muchos obstáculos que remover en esta sociedad para que la gente se sienta inmersa en igualdad de condiciones de forma que consideren que merece la pena esforzarse.

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