El Periódico de Aragón

El Periódico de Aragón

Juan Bolea

Sala de máquinas

Juan Bolea

Miedo y amor

La Biblioteca Municipal de Utebo recibe a Cristina Cerrada y, aprovechando esa cita, tengo el placer de conversar con ella sobre una obra, su devenir literario, que me interesa hace tiempo. Desde, al menos, aquel título suyo de 2010, Cenicienta en Pensilvania, con el que ganó el Premio de Novela Corta Ciudad de Barbastro.

Recientemente, ésta, más que interesante, cardinal autora, ha publicado una nueva novela, La maestra de Stalin (Seix Barral), que leo con atención, como cada vez que me quedo a solas con una prosa que no se parece a ninguna otra, ni en la manera de estructurar su lenguaje y las historias que con él nos cuenta ni en las características de un mundo literario tan particular como transferible a los lectores con el arte de una depurada narrativa y la magia de la imaginación, a menudo disfrazada de realismo extremo.

En Europa o Hindemburg, sus anteriores novelas, Cristina Cerrada se adelantó a la guerra en Ucrania, describiendo con pasmosa anticipación los desastres que ahora vemos en suelo ucraniano, pintando con concisas descripciones pero dramática claridad los rostros desesperados de las víctimas, sus llamadas de socorro, la soledad de los edificios vacíos o convertidos en búnkeres, las crueldades del ejército invasor, las cárceles, las fosas comunes… En un aquelarre de horrores entre cuyos fuegos y hielos el ser humano tratará de mantenerse en pie y conservar un mínimo de su dignidad. Pero el miedo lo dificulta. No será un miedo a lo sobrenatural, a la muerte, a la tortura, sino al vacío, a la nada…

Y, sin embargo, el juicio dominante en la prosa de Cerrada es el estético. Su fuerza primigenia (vencedora del miedo), el amor. Entendiendo ese amor como entrega o servicio a los demás y aplicando a su concepto el que los griegos tenían de la belleza, identificada con el bien. En cuanto a la maldad, la autora, admitiendo su existencia, no ha conseguido descrinar sus enigmas, su esencia…

Fascinantes son también sus construcciones novelísticas, una estructura «helicoidal», a base de elementos que parecen girar alrededor de una viga o cimiento que acabará disolviéndose, como un andamio que se retira cuando la casa ya está construida. Por mi parte, seguiré observando de cerca cómo Cristina Cerrada sigue construyendo su edificio literario.

Compartir el artículo

stats