SEDIMENTOS

Del bien y del mal

Carmen Bandrés

Carmen Bandrés

Se diría que vivimos tiempos turbulentos, inmersos en una epidemia de egocentrismo y discordia que inunda la vida pública e influye seriamente en los órganos a los que se encomienda la función de regular la resolución de enfrentamientos y desavenencias, tanto en el ámbito individual como en el colectivo. ¿Es así, realmente? Leyendo, escuchando o viendo los espacios informativos, tendemos a dejarnos invadir por una sensación negativa y depresiva ante la calidad y cantidad de los conflictos, próximos o lejanos, que de una u otra forma nos afectan, algo que, por otra parte, no es una eventualidad nueva, aunque, ciertamente los desacuerdos y la polarización ideológica parecen haber adquirido en la actualidad un tamaño y una tendencia de especial preocupación.

Ello es así vislumbrado desde una perspectiva mundial, pero también a escala nacional, local, incluso en nuestro propio círculo íntimo. Quizá sucede porque volvemos más la mirada hacia los aspectos turbios y negativos, en lugar de apreciar todo lo inmensamente bueno presente muy, muy cerca de nosotros. Por supuesto, los problemas ni desaparecen como por arte de magia, ni se resuelven por sí solos, pero una actitud derrotista y paralizante nada aporta a su solución. Nunca hasta ahora en la historia de la humanidad han existido tantos recursos y opciones disponibles para mejorar nuestra propia existencia y la de quienes nos rodean, emulando el ejemplo de quienes ya dedican un gran esfuerzo personal a la sagrada misión de ayudar a los demás allí y en todo donde pueden hacerlo. Son más, muchos más de los que parecen. Ahora, cuando diciembre ya huele a Navidad es una buena ocasión para tener en cuenta su mensaje. Y dedicar al menos un poco de tiempo y trabajo para arreglar nuestra casa... terminando por arreglar la casa común, ese hermoso planeta azul que nos acoge.

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