IR DE PROPIO

Contraste y frontera

Laura Bordonaba

Laura Bordonaba

Twitter ardía horas antes del partido España-Marruecos del Mundial de Fútbol de este 2022. «Leña al moro» era trending topic.

Acabo de pasar unos días en Barcelona, alojada en la Residencia d’Investigadors del Raval, propiedad del CSIC, a 300 metros de las Ramblas y del MACBA. Es un barrio que ofrece exposiciones vanguardistas, bares bohemios, tiendas de diseño y café de especialidad, arte callejero, pero también una realidad bien conocida en Barcelona. Migración, gente sin hogar, problemas de adicciones, narcopisos, prostitución. Dispone de unos 300 equipamientos culturales, entre ellos, la Biblioteca de Catalunya, el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), la Filmoteca o el Museo Marítimo, pero a pesar de todo, el barrio sigue habitando en el contraste y la frontera.

Un par de días antes de que en Twitter se pidiese leña al moro, un par de chicos desde la línea de cajas de un Carrefour Express en la calle Sant Antoni Abat, en pleno Raval, se partían la cara para que los clientes comprasen tranquilos. En 5 minutos se sucedieron los conflictos, y esos chicos, que posiblemente eran nacidos fuera de Barcelona y que también habían sido extranjeros en su día, bien plantados, lo solucionaron sin movérseles un pelo. Esos mismos a los que la gente en Twitter reclama leña al moro porque en la palabra moro a veces cabe todo aquello que es distinto y que tiene que ver más con dónde se vive y el dinero que se tiene que con dónde has nacido.

Es imposible no pasear por allí y sentirse interpelado. Interpelado por esa especie de tensión que se da siempre en los lugares con contrastes, en esa convivencia entre el que ha llegado de fuera y el que nació allí, entre el pasado y la modernidad, la culpabilidad del que es turista y no vive en la calle y esa sensación de síndrome del impostor. Pero a la vez es eléctrico. El otro día leía a un chico que estudiaba en un instituto del barrio: «No soy del Raval, pero he crecido y he pasado muchas horas allí». Creo que escribo desde ahí, desde esa mirada de «hostia, qué fuerte que siempre pasan estas cosas a la misma gente». Y estoy de acuerdo con él, la vida en general te deja la sensación de que la fatalidad se alía con la vulnerabilidad. Y creo que la pandemia nos ha vuelto a todos más frágiles, y esto se nota más en las grandes ciudades, acentuando la brecha. El Raval es un jardín de una belleza extraña y salvaje, frágil y a veces carnívora, que, por una vez, no se ubica en la periferia.

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