TERCERA PÁGINA

Vertebrando el territorio

Finalmente, la Agencia Espacial Española se ubicara en Sevilla, que no en Teruel, León u Orense

Jorge Latre Galicia

Jorge Latre Galicia

Y al final se consumó. No por esperado y anunciado causa menos frustración todo y convendría desgranar qué es lo que nos causa dicha sensación, que después cuando menos lo intentaremos. Pero antes situémonos. El hecho es que, finalmente, la Agencia Espacial Española se ubicara en Sevilla, que no en Teruel, León, Orense o Palencia, todas ellas junto a otras candidatas que se habían postulado desde la España interior, desde la España vaciada. Esa España que no nos olvidemos representa el 17% del total de la población, ocupa el 58% del territorio y tiene una capacidad de elección de hasta una cuarta parte de los Diputados del Congreso. Atrás quedan declaraciones gubernamentales tendenciosas y tendentes a restarle magnitud y dimensión ante el revuelo que causo cierta filtración en favor de la hoy ganadora. Al punto que lo que se llegó a tildar como «una mera agencia», ahora resulta que supondrá un impacto de 360 millones de euros y la generación de 5.860 empleos en España con 2.588 directos, 1.784 indirectos y 1.487 inducidos. Ahí es nada. Por cierto; la segunda de las agencias en liza, la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial (AESIA) se ubicará finalmente en A Coruña, imponiéndose a otras candidaturas tales como Ourense, Salamanca, Segovia, Guadalajara, etc. También Zaragoza.

Sin negar las capacidades de las dos magníficas ciudades para albergar las mismas, resulta obvio que ninguna de ellas representa la punta de lanza por la vertebración territorial, eje sobre el que se apalancaba en teoría la pretendida huida de Madrid (central). Existiendo a priori ese eje vector como palanca para la pretendida descentralización solo el evidente cálculo electoral y el desprecio absoluto hacia los territorios más desfavorecidos puede ofrecernos una explicación cuando menos por todos entendible, que no significa razonable. Aunque dicho esto conviene no querer escuchar lo que no se dice pues desde la portavocía del Gobierno, en un ejercicio de trilerismo lingüístico, se fue tajante ya semanas atrás al diferenciar, con cierto enojo por lo evidente pero sin disimular la sonrisa de quien se sabe vencedor, entre descentralización y vertebración/lucha contra la despoblación. Interesa no hacerse trampas y no hacer trampas a los ciudadanos; tampoco autoengañarse ni autoengañarnos, pues todo ello desemboca en la tediosa frustración. Disparar a todo significa no apuntar nada, con la pérdida de crédito consiguiente entre propios y extraños.

De ahí que para la lucha contra la despoblación y por la vertebración territorial dejaremos, sin riesgo de equivocarme, otras cosas; como aquel libro que te regalaron para tu cuarenta cumpleaños; cien medidas, mil medidas o más, ¡hasta una Agenda 2030! en un ejercicio de cinismo sin parangón. Dejemos que, en esos territorios ahora baldíos y carentes de censo electoral suficiente desde décadas, se proyecten y se instalen megaproyectos y grandes nudos energéticos que abastezcan de energía a esos núcleos urbanos del litoral y de la capital, privando a sus locales del único activo que les resta.

Finalizo al hilo de lo anterior. ¿Debemos tener que escucharnos además que lo justo es que el territorio reciba compensaciones? Ya en mayo de 2021 y en este mismo medio alertábamos acerca de la contraposición entre «compensar» y «resarcir/reparar» a tenor del expolio sufrido por el Altoaragón y sus gentes durante todo el siglo XX en lo referente a los aprovechamientos y concesiones hidroeléctricas, por lo que su mera invocación debería llevarnos al estado de alerta constante y a mantener la guardia en perpetua tensión contando para ello con la colaboración y con la complicidad de territorios y gentes que comparten idéntica problemática.

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