TERCERA PÁGINA

Cuestión de punto y coma

Tendemos fácilmente a uno u otro signo de puntuación, al blanco y negro, nada de colores entreverados

Joaquín Santos

Joaquín Santos

Hace unos meses, al poco de comenzar a escribir estos artículos, una amiga me afeó que no utilizara el punto y coma. Debo reconocerle que su crítica me obligó a reflexionar y en este artículo me ha parecido que, teniendo en cuenta la época del año y de las legislaturas en las que estamos, puede merecer la pena contarle cómo esa reconvención me obligó a cambiar.

El punto es taxativo, separa ideas. La coma, sin embargo, nos da aire, ordena el discurso, separa fragmentos, hila por yuxtaposición. Los puntos suspensivos exigen imaginación. Los dos puntos nos avisan de lo que viene a continuación en forma de listado o concreción. El punto y coma, según el Diccionario Panhispánico de Dudas, se utiliza claramente en determinadas situaciones como las enumeraciones complicadas o las listas; delante de conectores adversativos, consecutivos o concesivos; pero también se utiliza, de una forma mucho más subjetiva, para las pausas o rupturas de ideas mayores que las que implica la coma, pero inferiores a las que se precisa cuando usamos un punto. Y, claro, es por esa subjetividad y la inseguridad que la acompaña, que nunca encontraba el momento de utilizarlos. Me doy cuenta de que me encontraba más cómodo en el blanco o negro del punto o la coma. No había que pensar y decidir.

Estoy seguro de que buena parte de los que estudiamos la EGB recordamos el esfuerzo que suponía la práctica de los usos de los signos de puntuación en la redacción. En los corrillos del patio o yendo y viniendo de clase a casa, nos lamentábamos de nuestra suerte. Miradme ahora, amigos, en un remedo de justicia poética, a punto de intentar sacarle jugo a la cosa más allá de lo estrictamente gramatical.

En el fondo, convivir se parece mucho al ejercicio de la escritura. Convivir es una forma de redacción de la vida común. Decidimos con quién formamos frases con significado propio, con nuestro propio sujeto, verbo y predicado; frases que separamos por puntos o por puntos y aparte y en las que usamos comas para establecer la prosodia del convivir.

Me da en la nariz que, como me sucedía en los artículos, nos vendría bien tirar más de puntos y coma. Me temo que los usamos poco en el trenzado de la convivencia diaria. Tendemos fácilmente al punto, más incluso al punto y aparte que al punto. Vivimos en un mundo que caracterizamos con nuestra cotidianeidad de: o punto o coma, nada de punto y coma; o blanco o negro, nada de gris; o rojo o azul o morado o verde o naranja, puros y duros, nada de color entreverado.

También es verdad que en Aragón llevamos un tiempo practicando el punto y coma más y mejor que en la mayoría de nuestros alrededores y, desde luego, mucho más que en los lares y penates que se adoran alrededor de lo que los españolitos de a pie entendemos como «Madrid», que no tiene necesariamente que ver con una realidad geográfica e incluso, mucho menos, humana.

Si se comparte un lenguaje común, el de la democracia, la gramática de la convivencia nos recomienda el uso frecuente del punto y coma. Este signo de convivencia nos debería obligar a tomar partido por lo común y lo relacionado, por buscar ejes de conexión entre bandos aparentemente enfrentados.

El punto y coma del modelo de convivencia se articula en torno a la idea del interés general, del servicio público, del bien común, de la convivencia en comunidad armónica.

Mire, le reconozco que, en medio de una definitivamente desatada contienda electoral, le estoy escribiendo un mensaje a los Reyes Magos de Oriente, a San Nicolás, Papá Noel y a todo un nutrido grupo de elfos, pajes, renos y demás personajes coadyuvantes, para pedirles que, si tienen a bien, el año que viene nos traiga, pese a ser año superelectoral, un poco de conocimiento; que nos dejemos de negacionismos, populismos, extremismos y ansías de separar continuamente lo que es mejor que esté acompasado; que los efluvios de los alcoholes del final de año nos vengan acompañados de una buena colección de puntos y coma; que con el talento que tenemos y nunca sobra, podamos afrontar el futuro con más posibilidades de que la esperanza cuaje y se concrete en una realidad mejorada.

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