EL ARTÍCULO DEL DÍA

Democracia y libertad no son gratis

Debemos mantener la vigilancia en las instituciones para saber si responden a lo que necesitamos

Antonio Morlanes

Antonio Morlanes

Apreciar lo feo que es quien se tiene enfrente, sin mirarse antes al espejo, dice muy poco de nuestra capacidad por tener un cierto criterio relacionado con la lógica de referencia comparativa. Los catalanes llevan años reivindicando que quieren ser independientes de España, bien entendido que su reclamación se produce, en especial, cuando aparece una crisis económica sobre la que no tienen respuesta. Además el número de independentistas se multiplica como por arte de magia, en los siete años de Gobierno del señor Rajoy pasaron de ser el 22% a casi el 50%. Todo ello desencadenó lo que ya sabemos: un conato de referéndum y una batalla entre los Cuerpos de Seguridad del Estado y los ciudadanos catalanes, además de una imagen horrible de España en el mundo y una negación de extradición de los huidos por no reconocer los países de Europa donde se encontraban el tipo de delito que se les achacaba, el de sedición. Tanto es así, que allí continúan.

Ahora quiero plantear una duda que se me presenta. No queremos que Cataluña sea independiente de España, yo en primera línea, y deseamos que conformemos una unidad dentro del Estado español, pues bien, además de estar en contra de sus demandas, ¿qué proponemos hacer para conseguir este fin? Porque estamos hablando de 1.652.000 ciudadanos que votaron a partidos independentistas y me pregunto: ¿Qué hacemos con ellos? Aplicar la técnica de nuestras madres cuando éramos niños y nos castigaban por desobedientes: esta noche sin postre. Por tanto, cuando el PP dice que no se les debe dar ni los buenos días, que en el Congreso son diputados de tercera división y que su voto no vale, excepto si les hace falta a ellos, como hizo Aznar en la intimidad, se está creando la antítesis de la unidad de España. Tal y como recoge la Constitución en su artículo 2: «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles», por tanto, y a colación de lo anterior, se necesitaría que todos los partidos políticos, que nos representan, manifiesten con toda claridad cuál es la fórmula que utilizarán para que Cataluña, y cualquier otro territorio que propugne su independencia, entienda que la convivencia de todos los españoles es lo más positivo. Que me digan cómo quieren conseguirlo.

El 8 de julio de 1938 entrevistaron a Lluís Companys, presidente de la Generalitat de Cataluña y le preguntaron sobre el federalismo, si sería la solución a las nacionalidades. Él contesta lo siguiente: «Soy nacionalista catalán rotundamente. El problema de las nacionalidades ibéricas puede ser resuelto por la libre federación de los pueblos que constituyen la maravilla peninsular. La grandeza de España solo puede fundarse de cara al derecho, a la industria, a la geografía y a la verdadera naturaleza del conjunto hispánico sobre las bases de una República Federal». No voy a hacer más comentarios al respecto, pero, por favor, son necesarias soluciones, pues con críticas no se arregla nada. Por esto veo conveniente que perdamos un poco de tiempo que nos permita reflexionar sobre la situación política que vivimos. Creo que es fundamental entender que aquello que dice el ciudadano, a través de las urnas, no tiene el menor inconveniente y lo único que nos queda es una aceptación sin matices.

A partir de ahí cada grupo político parlamentario, incluso los no elegidos, debe ponerse a trabajar en la defensa de sus ideas, que, sin duda, será la forma que ellos entienden que debe de ser el mejor modelo de convivencia para todos. Por último, deberían ser capaces de convencer al resto de grupos y, lo más importante, a los ciudadanos. ¿Qué significado tiene todo esto? Es muy sencillo, hay que perder el miedo a la defensa de las ideas, esto nunca ha hecho daño. El Estado debe estar preparado para el permanente debate intelectual y la defensa contra la irracionalidad basada en la imposición por la violencia, así que todo aquello que se produce en las Cámaras de representantes populares, bienvenido sea, pues tendrá el camino que será aceptado por la mayoría. Ya está bien de cualificar a representantes de los ciudadanos por categorías, según piensen como algunos, o no. Todos son igual de legítimos y sus ideas valen lo que sean capaces de convencer, así que, ningún miedo a estas. El patriotismo debe estar fundamentado en la libertad de pensamiento producido en un Estado de Derecho que da todo el sentido al espíritu democrático.

Todo funciona a través de las instituciones que nos hemos dado. Por tanto, debemos mantener la vigilancia suficiente para saber si responden a lo que necesitamos de ellas o se han quedado ineficaces y lejos del fin para el que se han creado. Por los últimos acontecimientos sucedidos me voy a permitir utilizar como claro ejemplo el Tribunal Constitucional, que como ya sabrán no pertenece al Poder Judicial y solo, nada más y nada menos, responde a determinar si las leyes que nos damos son constitucionales o no, si ciertas acciones públicas o privadas se corresponden en términos constitucionales. Para esto tenemos 12 magistrados que llevan a cabo sus funciones como respuesta a quienes los han elegido y, por tanto, así votan. Por esta razón me atrevería a afirmar que no es un verdadero Tribunal Constitucional. Debería ser un órgano más estable en sus componentes y eso le daría independencia con relación al resto de poderes o quienes los ostentan. Por eso considero que debería formar parte del Tribunal Supremo como una Sala más. Sin duda, sería una solución a la situación actual.

Bien, habiendo desarrollado ciertos fundamentos del funcionamiento democrático; la libertad en el debate de ideas, en especial para nuestros representantes de la voluntad popular, con su implantación cuando las respalda la mayoría; el funcionamiento independiente de las instituciones, como es el Tribunal Constitucional, sería necesario que hiciéramos una sentada y sentida reflexión: ¿Cuál es el momento que vive nuestra democracia y por derivación el modelo de sociedad en la que nos encontramos? Me atrevería a afirmar que es de alto riesgo, porque no se trata de un territorio o de una institución, se está poniendo en duda la libertad de acción para los ciudadanos con la consiguiente consecuencia de volver a tiempos oscuros, que algunos ya vivimos y no deseamos repetir.

En definitiva, si pensamos que la libertad y la democracia se disfrutan sin coste alguno, estamos muy equivocados. Hay que mantener una vigilancia permanente para que ciertas personas no entiendan que les es fácil pervertir los derechos que hemos conseguido, para implementar una sociedad que solo a ellos les reporta beneficios, sin duda, a costa de la gran mayoría.

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