LA CÁBALA

Cuento de Navidad

La verdad que la historia que voy a contar es como un cuento de Navidad. Tengo la suerte de tener un amigo que es empresario, y el otro día me contó un caso que me tocó el corazón.

Mi amigo, lo cual digo con orgullo de tenerlo como tal, me dijo que le había robado una empleada.

En el momento que me lo dijo mis mecanismos se activaron: despido procedente, querella o denuncia, etc.

Cuando le pregunté qué hizo, me dejó impactado. Me dijo que la sentó en su despacho y le dijo él: «Tengo que pedirte perdón». Ella se sorprendió mucho y le pregunto por qué.

Tengo que pedirte perdón porque me he enterado que me estás robando y no me he podido dar cuenta de que tienes un problema personal y que además de ello no te debo pagar lo suficiente.

Al final, la citada empleada acabó siendo una de las mejores empleadas que tuvo y se jubiló en la empresa.

Si mi amigo fuera sacerdote sería de esos que santificaban antaño. Qué calidad de persona el que mira por encima de intereses personales y sobrelleva el problema para ver el trasfondo del mismo.

Hoy en día no quedan personas así. Nuestros egos, nuestros egoísmos no nos dejar ver mas allá. Pero a mi amigo sí. Hay una frase de una de mis películas favoritas, Patch Adams, que dice así: «Ve lo que los demás no ven. Lo que los demás deciden no ver, por temor, conformismo o pereza. Ve el mundo de forma nueva cada día».

La gente buena existe, con mi amigo lo tengo claro. No saldrán en las noticias estas cosas, no se le premiara ni se le dará una palmada en la espalda, por eso escribo estas líneas, para que estos actos, aunque anónimos, no queden en el olvido y aprendamos de estas personas extraordinarias.

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