EL ARTÍCULO DEL DÍA

Fraternidad canosa

La democracia se arma con instituciones que establecen, controlan y contrapesan el reparto del poder

Joaquín Santos

Joaquín Santos

Teniendo en cuenta los tiempos que corren y las enormes fracturas generacionales que nos habitan, me ha dado últimamente por pensar que no nos vendría mal un ejercicio de imaginación lírica, no exenta de cierta épica, y pasar al ataque.

Cuando hablo desde este plural mayestático no estoy pensando en todo el mundo sino exclusivamente en los que peinamos canas. Teniendo en cuenta el volumen de los beibibumer y la magnitud de las siguientes generaciones, no dejamos de tener lo que ahora llaman con poca imaginación «una ventana de oportunidad» para hacer valer nuestros intereses más espurios; algo que a todas luces está de moda desde hace unas décadas. Tenemos que hacérnoslo mirar y pasar al ataque.

Precisamente por eso, porque no hay mejor defensa que un buen ataque, hemos decidido declarar declaradamente nuestra voluntad de independencia. Como los que vienen detrás mucho caso no nos hacen, por un motivo o por otro, total qué más da, podemos ir descaradamente a saco: por la independencia hacia la libertad generacional.

Reivindicamos, pues, en este artículo, la autodeterminación de los canosos, concepto más conceptual que estético, lo que espero que deje bien claro los límites de la ecuación y el posicionamiento de este nuevo movimiento. Ya le advierto que nos reivindicamos de entrada inclusivos; de hecho, entendemos que los calvos que deberían llevar canas forman parte del club e, incluso, aceptaremos a los que se tiñen ya sea con la vanidosa intención de intentar conseguir que el paso del tiempo parezca más compasivo, ya sea en el vano intento de confundir a los más jóvenes.

Bien. Ya estamos donde quería. Le podrá parecer disparatado, pero algo parecido a este espectáculo que le he propuesto en los párrafos anteriores estamos viendo desde hace unos años, no solo en nuestro país si no en el conjunto de occidente, gracias a la aparición de todo tipo de partidos extremistas, piratas y antisistema. Estos grupos juegan con el retruécano para hacer compatible el agua y el aceite en un ejercicio de trilerismo conceptual estrambótico pero efectista y efectivo. Aun así, el mayor peligro lo encontramos en el populismo que se nos cuela por lo que deberían ser los discursos más sensatos, cuando incluyen alabanzas y parabienes a las posturas más interesadas y lejanas del interés general que proponen los diferentes grupos de interés.

Inquieto por el espectáculo de los últimos años intento buscar alguna clave para intentar establecer las fronteras de lo democrático y encuentro respuesta en el valor republicano de la fraternidad. Como bien señala Antoni Domènech en El eclipse de la fraternidad, la democracia solo es posible si aceptamos que todos los ciudadanos, cada uno con su libertad, formamos un único cuerpo político común en el que ninguno puede imponer su criterio a los demás, que la libertad de cada uno depende de la de los demás. Eliminado el rey absoluto del reparto del poder, que al final de eso va la política, no quedan más que ciudadanos fraternos, libres e iguales.

La fraternidad, entendida desde este punto de vista, nos avisa de cuando comenzamos a estar en contacto con un punto de vista tiránico que pretende imponerse por encima de cualquier procedimiento establecido, de cuando el interés particular le tuerce la mano al interés común. Para eso la democracia se arma con una serie de instituciones que establecen, controlan y contrapesan el reparto del poder.

Por eso la independencia de los canosos es un auténtico disparate, no solo porque lo parezca, sino porque desprecia un criterio clave para la construcción de la democracia: que por mucha razón que creamos tener, incluso que nos asista, en el marco de un Estado democrático consolidado, no podemos imponer nuestras decisiones unilateralmente a los demás y que los intereses de parte deben ser contrapesados. Creo que este es mensaje especialmente necesario ahora que se acercan las elecciones y con ellas el subastado de las campañas y las propuestas efectistas para contentar a todo lo que se mueve.

La fraternidad aún va más allá, porque como señala Martha Nussbaum en Emociones Políticas, la convivencia democrática solo es posible si incorporamos en nuestros modos de convivir, la perspectiva del amor entendido como emoción social y política. Puede que le suene a ñoño e imposible, pero lo cierto es que solo el amor por los demás, el establecimiento de que el centro de todo sistema es cada una de las personas, de los ciudadanos que lo componemos, es capaz de establecer una convivencia armónica y una sociedad cada vez más justa, que es el resultado último que debe tener la democracia, la verdadera prueba del nueve de que lo estamos haciendo bien.

El siguiente paso consiste en plantearse qué es eso de que las personas o los ciudadanos estemos en el centro de las políticas públicas, pero eso queda para otro artículo.

De momento, Feliz Año 2023 a todos, canosos y no canosos.

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