EL ARTÍCULO DEL DÍA

A pesar de todo

Estos tres últimos años la mayoría parlamentaria ha tenido que hacer frente a problemas muy serios

Jorge Cajal

Jorge Cajal

A pesar de que nos quede todavía, si no se adelantan las elecciones, un año de infierno social-comunista, creo que es posible empezar a hacer balance de tres años en los que la mayoría parlamentaria ha tenido que hacer frente a problemas muy serios.

Más allá de que, moralmente, no saldremos de la situación de pandemia hasta que Pablo Iglesias entre en la cárcel por las muertes que se produjeron en las residencias de Madrid, España está arruinada, endeudada y sobrepasada por una cantidad ingente de impuestos dedicados a cuestiones inútiles. Las medidas para contener la inflación no funcionan y los precios siguen subiendo descontroladamente. El paro sigue creciendo, porque en España hay miles de parados escondidos por los trucos estadísticos de la ministra comunista.

Nuestras empresas pierden competitividad porque tienen que pagar salarios mínimos desorbitados. Nuestras instituciones han sufrido un proceso de degradación sin precedentes como consecuencia del control que el soviet supremo, cuyo líder reside en la Moncloa, está ejerciendo sobre las mismas. La Justicia, por ejemplo, está siendo acosada precisamente por la exquisita imparcialidad de sus elites. Nuestra Constitución no se cumple en Cataluña ni en el País Vasco, que han obtenido ya su independencia. Al fin y al cabo, la banda terrorista ETA ha impuesto sus políticas y sus presos están siendo acercados, como nunca antes se había visto, a cárceles vascas. Se ha puesto en marcha, incluso, un intento de controlar nuestras mentes con la imposición de una memoria histórica revanchista y de una ideología de género que, además, está fracasando porque la violencia machista sigue aumentando día tras día. Para colmo, vivimos en un país donde hay un okupa agazapado, esperando su oportunidad, por cada vivienda en propiedad y donde los emigrantes, especialmente los de religión musulmana, acuden con el único propósito de delinquir.

A pesar de todo lo expuesto, un resumen muy simple de titulares y editoriales de periódicos, de tertulias radiofónicas y televisivas, de artículos de opinión disfrazados de información, de mensajes compartidos y comentados en redes sociales o de cenas navideñas más o menos ruidosas, varias instituciones económicas radicalmente liberales, en España y en Europa, señalan el buen comportamiento de la economía española. El salario mínimo está en mil euros, se ha reducido la temporalidad en el empleo, han subido las pensiones en relación con los precios y la negociación colectiva está de vuelta para intentar hacer frente a la inflación, a pesar de la resistencia de las asociaciones patronales y de algunas administraciones, a las que nunca les viene bien subir salarios. Se han prolongado los ertes, se ha implantado el ingreso mínimo vital, se han puesto en marcha ayudas directas contra la subida de precios y nuestras facturas de gas y electricidad son menores que en los países de nuestro entorno. Desde el punto de vista institucional algunos órganos judiciales empiezan a cumplir el mandato constitucional de renovación y desde el punto de vista de la cultura democrática, las actuaciones del gobierno en relación con la memoria histórica han conseguido que Franco haya salido por fin del mausoleo de exaltación de su persona y de su obra que él mismo construyó, que la fundación dedicada a exaltar su figura pueda incluso ser ilegalizada y dejar de recibir dinero público y que quienes siguen buscando a sus familiares «donde el trigo crece más alto», puedan hacerlo en mejores condiciones. Finalmente, mueren menos mujeres asesinadas por hombres que hace una década, aunque sigan siendo demasiadas.

Quedan muchas cosas que hacer y por las que luchar: una reconstrucción de la sanidad pública con más atención primaria, más personal y más inversión en infraestructuras públicas; una educación pública e inclusiva, que reduzca la segregación escolar en lugar de fomentarla con los conciertos educativos; una política internacional que defienda los derechos humanos y no abandone a los más débiles en función de intereses estratégicos o unas instituciones capaces de aislar los mensajes de odio de la extrema derecha en lugar de servir de altavoz. Ojalá no haya muchas papeletas diciendo lo mismo. Feliz 2023.

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