EL ARTÍCULO DEL DÍA

El medio rural en la encrucijada

Con el 97% de municipios con menos de 5.000 habitantes es dudoso que la despoblación se remedie

Fernando Carnicero

Fernando Carnicero

Llama la atención que en determinadas épocas del año, el medio rural y cada vez más a menudo, llamémosle la España vacía o mejor vaciada, aparece en los medios de comunicación como consecuencia de carencias que tienen mucho que ver con una sociedad del bienestar que para ellos se está convirtiendo en una entelequia. Pasaron aquellos tiempos en los que los primeros ayuntamientos democráticos construyeron pabellones, piscinas y casas de cultura en casi todos los pueblos de Aragón en un intento de llevar un bienestar reservado hasta entonces a las ciudades. Se han cumplido cuarenta años del primer gobierno socialista que se consideró como el punto de arranque de la democracia, tras los esfuerzos de Adolfo Suarez para desmontar la maquinaria de la dictadura. Son muchos años, tantos, que se ha transformado la sociedad hasta el punto de que muchas de esas instalaciones están infrautilizadas porque los pueblos han sufrido un goteo constante de abandono de sus vecinos que han optado por conseguir otros servicios de calidad que en el medio rural escasean, sanidad, educación, ocio, comercio y sobre todo un trabajo que permita un salario adecuado para sacar a la familia adelante en un entorno de igualdad.

Los mismos que día a día en sus discursos hablan de la defensa del medio rural, de la importancia del comercio de proximidad y del valor que tiene lo rural para el desarrollo armónico de la sociedad, facilitan con sus decisiones que todos los focos de atracción empresarial se centren en las ciudades, en Aragón sucede con Zaragoza y sus entornos, sobre todo Plaza y los grandes centros comerciales y de ocio que están provocando que los pueblos se queden sin comercio y sin servicios. Mientras tanto hay entornos rurales con polígonos industriales incipientes o a medio desarrollar, bien comunicados que podrían ser un resorte de desarrollo y asentamiento de población y de servicios que contribuiría a que ese Aragón vaciado lo fuera menos y a que muchas riquezas que el entorno rural aporta, no se fueran perdiendo.

Este verano fue particularmente trágico en cuanto a incendios. Se echa de menos una ganadería extensiva que es una de las mejores defensas contra el fuego, pero las políticas agrarias desarrolladas e impulsadas desde la UE a través de la PAC llevaron a muchos ganaderos a abandonar una profesión de generaciones. No se puede negar que la entrada en la UE fue un revulsivo que aportó y aporta miles de millones al sector agrícola y ganadero, pero no queda muy claro si el enfoque que se ha dado al desarrollo rural es el adecuado.

Da igual hacia qué dirección enfoquemos el punto de mira, en tantos años han gobernado directa o indirectamente casi todos los partidos. Lo mismo ocurre con las organizaciones empresariales, bien sean de la patronal (CEOE), Cepyme. Ecos, Cámaras de comercio, etc. u otras de carácter gremial. Todos tienen sus máximos intereses en las ciudades al amparo de la rentabilidad de las empresas, mientras la rentabilidad social que produce un territorio equilibrado va desapareciendo paulatinamente. Y esta tarea parece que queda exclusivamente al amparo de los gobiernos que tratan de establecer puntos de desarrollo en diferentes zonas a modo de reservas estratégicas que más parecen el intento de justificar algo que conseguir realmente un equilibrio territorial que es lo que daría verdadera riqueza a Aragón.

En estos días, los medios de comunicación se han hecho eco de actos vandálicos y robos que llevan ya años repitiéndose en Valdejalón y otras comarcas limítrofes. Casi a diario asistimos a las reclamaciones de un alcalde que implora la llegada de vecinos para no cerrar la escuela de su pueblo. Todos somos conscientes de la dificultad que supone cubrir las plazas de médicos en los centros de salud o de atención primaria en las zonas rurales. No se libran de ese problema los centros escolares a la hora de cubrir las plazas cada inicio de curso.

Tampoco cabe olvidar los sentimientos encontrados que en determinados puntos de Aragón está ocasionando la producción de energías renovables, bien sean eólica o fotovoltaica. Parece que resurge la sombra de los grandes pantanos en los que se transformó el territorio y las gentes de los pueblos afectados no se beneficiaron de nada mientras la riqueza voló a miles de kilómetros. Quizás sea esta una ocasión de devolver a los pueblos lo que se les ha quitado.

Que estas inversiones sirvan para mejorar sus economías y sus vidas, que se creen los marcos necesarios para que abrir empresas en los pueblos sea atractivo, rentable y sostenible, que la gente vuelva a vivir en los pueblos descargando las concentraciones urbanas de las ciudades que son fuente de contaminación ambiental y saturaciones de todo tipo que facilitan una especulación que solo beneficia a los menos comprometidos con la sociedad.

Llegados a esta situación, la realidad se muestra tozuda y por mucho que se hable, quizás la batalla de medio rural esté perdida. Aragón tiene 1.329.918 habitantes repartidos en 731 municipios (algo habrá variado pero mínimamente). De ellos 1.021.276 se concentran en 25 municipios y por lo tanto el resto, 706 municipios, dan cobijo a 305.642 habitantes. Son datos duros pero reales: el 97% de los municipios de Aragón tienen menos de 5.000 habitantes. Con esta perspectiva resulta muy dudoso, es más, un tanto ilusorio, pensar que el Aragón vaciado tiene remedio.

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