COSAS QUE PASAN

Arrudi y las montañas

Margarita Barbáchano

Margarita Barbáchano

Nos has cogido a todos tus amigos desprevenidos por eso llenamos la enorme capilla 3 del cementerio de Torrero hasta la bandera para despedirte. No cabía ni un alfiler, ni una corona más de flores. Y tú, Miguel Ángel Arrudi Ruz, como siempre, a tu estilo, nos dejaste para irte de nuevo a las montañas que tanto amabas. Porque eras así de bravo y no me extraña nada teniendo esos apellidos tan sonoros que marcan como un tatuaje para toda la vida. Ya puedes estar orgulloso, colega, porque un funeral tan abrumador de gente solo lo protagonizan los muy grandes, las personas que han dejado poso en la sociedad y han marcado la cultura con una trayectoria infatigable. Lástima que ningún alto cargo del ayuntamiento y de la DGA estuvieran presentes. Qué falta de cortesía y qué ignorancia cultural.

De la misma forma que te largaste del hospital, llamando a un taxi, junto con tu compañera Mariela García Vives cuando ya sabías que esta vez no había nada qué hacer, porque no querías más radioterapia en tu cuerpo. Deseabas volver a tu estudio, a tu casa, y echar un vistazo a los dibujos, a los proyectos, quizás ordenar un poco el caos, y vivir lo poco que te quedaba en la intimidad del nido.

Así nos dejaste a todos los que desconocíamos esa reciente recaída: sorprendidos. Como se debieron sorprender también los médicos que hace unos 25 años te operaron y vaticinaron solo unos meses de vida. En aquella ocasión saliste sin voz pero con la fuerza del hombre del Pirineo, donde se refugió para armarse de nuevo y seguir siendo el artista maldito de la ciudad, el enfant terrible del arte contemporáneo, y el toca pelotas y provocador más tierno que he conocido.

Supiste rehacerte y comunicarte con el mundo a través del arte. El escultor, pintor, diseñador e inventor de proyectos imposibles ya no necesitaba la voz para mostrar sus sueños. Ahí queda su obra pública y sus propuestas ecologistas en las que ponía la intensidad del creador.

Fue un visionario con ideas tan interesantes como la defensa y rehabilitación de las chimeneas de la central térmica de Andorra, o la de pintar las gigantescas hélices de los aerogeneradores con bellas imágenes coloristas. Pero él nunca desfallecía. Encontraba en la rabiosa actualidad motivos de intervención artística como sus geniales ranas en el polígono llamado de Ranillas, sede de la Expo de 2008. O el memorial a las víctimas del franquismo en el cementerio de Torrero. Obra pública que actualiza y otorga justicia histórica a un cementerio que ahora brilla más.

Por inventar que no quede y te inventaste un campo de golf a más de 2.000 metros de altura en un pequeño refugio donde practicabas y le dabas a las pelotas que volaban por los aires. Todo lo que hacías lo trasladabas a las redes sociales. Esa fue tu mejor voz y la manera de decirnos que seguías adelante. Ahora tus cenizas se echarán allá arriba y estoy segura de que detendrán el deshielo de las montañas y el cambio climático se suavizará con tu asombrosa energía.

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