Sala de máquinas

‘Matchball’ contra Piqué

Juan Bolea

Juan Bolea

Para muchos jugadores de tenis, el campeón más genial de la historia, por encima de Rod Laver, Björn Borg o Roger Federer, ha sido John McEnroe. Su manera de sacar, de subir a la red, de golpear de fondo, de competir incluso contra sí mismo... Todo en su juego y en él era un puro espectáculo.

Hoy en día, muchos años después de su retirada, McEnroe sigue ligado al tenis como comentarista en los grandes torneos. Desde Australia nos han llegado sus últimas declaraciones. A propósito del actual formato de la Copa Davis, ha sentenciado: «Estoy directamente deprimido. Cuando yo era joven, la Davis tenía una importancia enorme y ahora parece que es lo menos importante. La competición está en la unidad de cuidados paliativos. Es increíble cómo se ha ido todo al garete. ¿Cuánto tiempo nos queda? Hemos asistido a una mutilación, ha sido un espectáculo muy triste».

El culpable de que la Copa Davis haya prácticamente desaparecido es Gerard Piqué. El ex de Shakira, exfutbolista del Barcelona y, por desgracia para el deporte de la raqueta, empresario en activo, ideó un nuevo sistema de competición entre las selecciones nacionales de tenis, consistente en aglutinar los enfrentamientos en una misma sede y en aligerar las batallas individuales a tres sets. Se eliminaba de esa forma el factor cancha, que tanta importancia venía teniendo, así como la beneficiosa identidad de los aficionados con sus jugadores. La épica de la Davis, en una palabra, quedaba eliminada de un plumazo para, supuestamente, facilitar su gestión, sus retransmisiones por televisión, y acelerar su calendario. Incomprensiblemente, la federación internacional accedió a las pretensiones de Piqué y cedió a su empresa la organización de la Copa Davis. El resultado, apenas tres años después, es el que McEnroe ha diagnosticado lúcidamente desde Australia: la mayor competición internacional del mundo del tenis está a punto de desaparecer por culpa de este inútil futbolista. Ojalá, en fin, se dé marcha atrás y se recupere para la Davis su clásico y a menudo dramático aroma competitivo, aquellos partidos a cinco sets durante los cuales un país entero estaba pendiente de cada golpe de su jugador. Porque también en el deporte, como en la política, como en la religión, como en el amor, hay ritos, liturgias, tradiciones que deben respetarse.

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