Prestaciones sin servicio

Carmen Lumbierres

Carmen Lumbierres

Colas a la puerta de las delegaciones de la Seguridad Social, pasando incluso la noche guardando turno para ser atendidos, denuncias ante la Policía Nacional que te acompaña a la puerta de la oficina, como ocurrió con un ciudadano en Zaragoza después de tres meses de reiterados y frustrados intentos de tramitar su jubilación, son solo dos ejemplos del colapso en la gestión del Instituto Nacional de la Seguridad Social, y no solo tiene que ver con la pandemia.

Es paradójico que en el momento de la historia reciente en que mayor número de prestaciones sociales se han activado, acceder a las mismas se parece más al scattergories que a la rutina burocrática que tantos critican, y que como ya diría Weber es la que levanta un país. Construir un escudo social, con un ingreso mínimo vital, prestaciones de corresponsabilidad en la crianza, por razón de violencia contra la mujer, entre otras, como realmente se ha levantado estos dos últimos años y que lo infranqueable sea la entrada al sistema. Y no solo tiene que ver con el proceso de digitalización.

Hay detrás un proceso de desinversión y recortes que ha llevado a perder 8.000 trabajadores en una década. Desde el segundo año de gobierno de Mariano Rajoy hasta hoy la Seguridad Social, esto es, Tesorería General, Instituto Nacional y resto de entidades gestoras ha perdido el 24% de sus efectivos. Con otro problema añadido, como el inminente relevo generacional de una plantilla con un elevado número de trabajadores de más de 55 años, que se irán jubilando en la próxima década. Y así están los sindicatos más representativos de los trabajadores de la Seguridad Social están en pie de guerra desde el octubre pasado. Y no solo es un problema de personal.

El Ministerio de Hacienda no quiere ceder la gestión presupuestaria de uno de los organismos con más trascendencia para la vida de los ciudadanos y está retrasando la creación de la Agencia Estatal de la Seguridad Social, que agrupe la gestión de las entidades que componen la actual Seguridad Social a imagen de la Agencia Tributaria, compromiso firmado en el pacto de pensiones del verano de 2021. La nueva organización tendría autonomía funcional, financiera y mayor flexibilidad en la gestión, y tanta autonomía al superministerio del que dependen el resto no le parece tan buena idea porque supone perder control y por lo tanto poder. Y en esta confluencia de hechos se encuentra el ministro Escrivá, un poco atado de pies y manos. Y eso sí, sin manos para teclear en la página web del organismo y sin paciencia infinita estás perdido, ni para tramitarse su propia jubilación.

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