Opinión
Incompetencia
Sube el salario mínimo interprofesional hasta los 1.080 euros mensuales. Es una buena noticia para más de dos millones de trabajadores en España. Desde 2019 ha ido subiendo, pasó la barrera de los 1.000 euros y cada año ha ganado un poco más de terreno. Pero parece que no todo el mundo se alegra. PSOE y Unidas Podemos chocan con la reforma de la ley del solo sí es sí. La modificación podría apoyarla el PP. También hay quien muestra su enfado porque los dos grandes partidos lleguen a acuerdos, aunque sea para enmendar una norma que, hecha con toda la buena intención del mundo, permite el efecto contrario que pretendía promover. La bajada del IVA de algunos productos como la luz y otras medidas para ahorrar dinero a las familias y sus maltrechas economías domésticas machacadas por la inflación tampoco son positivas para que algunos partidos las respalden en el Congreso. No hay pudor. La compostura y la moderación han desaparecido del mapa parlamentario.
La actividad de sus señorías se resume en el no por el no, confrontar por confrontar e, incluso, meter en el barro asuntos hasta ahora de consenso como la lucha contra la violencia machista. Pactar es sinónimo de ceder y claudicar. Hablar significa aliarse. No entienden que para eso los elegimos, para entenderse, negociar y mejorar la vida de los españoles. Hay unos mínimos de consenso en toda negociación. Que se lo cuenten a las miles de empresas y representaciones sindicales que han negociado conflictos laborales enquistados, el último, por ejemplo, el del autobús urbano de Zaragoza.
No somos tan ingenuos como para ignorar intereses económicos, políticos y mediáticos de todos ellos, pero sí para pensar que nuestros representantes públicos se presentan a unas elecciones para hacer de España un país más próspero y unido. Lo peor de todo es saber que muchas de las polémicas y de los enfrentamientos casi personales en política son pura fachada, mera estrategia. Es de sobras conocido en círculos periodísticos que muchas de esas lenguas viperinas del atril se convierten en risas cómplices en el bar de enfrente. «Es el juego», dicen. Una conducta que aún se acentúa más ante inminentes procesos electorales. Endurecen posiciones, radicalizan mensajes e incendian a las masas para conseguir cuantas más papeletas mejor. Viven pendientes de encuestas internas, externas, barómetros de opinión y planes de comunicación porque saben que el cortoplacismo influye en las urnas. Es una pena que el futuro de un país se paralice cada tres años porque las elecciones, aunque son cada cuatro, conllevan unos meses anteriores y posteriores que nos condenan a la bronca, la parálisis y la incompetencia.
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