Opinión

En silencio

En ocasiones, diría a menudo, nos obstinamos en hacer y decir cosas que sabemos de antemano que solo nos van a traer disgustos. Mayores o menores, pero disgustos, ya que en general esas observaciones, actitudes o afirmaciones no son más que conclusiones que no hubieran merecido ni un segundo de nuestro tiempo, al saber que pensar o hablar sobre ellas es hacer una premonición de algo que tiene grandes posibilidades de suceder y que si sucede no nos va a gustar. El otro día leía por quinto día consecutivo la manera en la que el PAR se va desangrando lentamente, pero con firmeza, y como el presidente Lambán señalaba o acusaba a un determinado grupo de exdirigentes de ese mismo partido de su acercamiento al PP, para de esa forma acabar este segundo partido ocupando gran parte del espacio electoral del PAR. Me quedé pensativa porque lo que dijo el presidente Lambán es una obviedad, porque él haría exactamente lo mismo si fuera CHA quien estuviera desangrándose en plaza pública. Pero además de ser una obviedad, es una de esas afirmaciones que es mejor callar porque solo beneficia al contrario y de suceder en términos reales no gustará nada al PSOE ni a sus votantes y menos aún a quien desea dirigir de nuevo la comunidad autónoma.

Somos de alguna forma espejo de nuestros pensamientos, recuerdo que me dijo una vez un profesor de filosofía, que no sé si sabía mucho de filosofía, pero era un experto lector de cada una de las palabras que pronunciábamos y que él anotaba en un pequeño cuaderno gris y sobre las que no hablaba en el momento, sino semanas o meses después cuando traía a colación esa frase y nos recordaba que hablar sobre lo que tememos es una gran osadía, porque hacemos público nuestro temor y convertimos en demasiados los que saben qué es lo que queremos que no pase y que harán todo lo posible porque acabe pasando. En mi clase había una chica que casi nunca hablaba, hasta que un día el profesor de filosofía consiguió que dijera unas cuantas frases que nunca debió pronunciar, porque al hacerlo se convirtió en el hazmerreír de muchos compañeros que, si hasta ese momento la habían considerado simplemente una muchacha cohibida, a partir de ese momento empezaron a pensar que simplemente estaba loca y que además era imprudente y maligna. Y no es que la muchacha dijera algo extraordinario, simplemente dijo lo que todos pensábamos, pero nadie se atrevía a decir, porque de ser verdad ese pensamiento el mundo simplemente era un lugar del que emigrar y aquella clase un ratonera llena de compañeros faltos de empatía que solo buscaban al diferente para acosarlo y burlarlo y en la que sin embargo teníamos que subsistir e incluso hacer amigos.

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