Los intelectuales solo matan a los suyos

Daniel Gascón

Daniel Gascón

Los intelectuales son como la mafia: solo matan a los suyos», decía Woody Allen. Para Camus, un intelectual es aquel cuya mente se vigila a sí misma. Orwell señaló que algunas ideas son tan absurdas que solo un intelectual puede creerlas: ningún hombre corriente sería tan tonto. «Para el hombre de la calle que, siento decirlo, es un agudo observador de la vida, la palabra ‘intelectual’ sugiere un hombre que no es fiel a su mujer», escribió W. H. Auden, mientras que Ana Obregón declaró: «Me considero una intelectual y llevo minifalda». En La palabra ambigua. Los intelectuales en España (1889-2019) (Taurus), el ensayista, novelista y profesor David Jiménez Torres rastrea la historia del término en nuestro país desde su aparición como sustantivo a finales del siglo XIX.

Ha sido una palabra polisémica, de contornos imprecisos, que ha generado incomodidad (casi nadie quiere definirse como intelectual). Durante mucho tiempo solo eran intelectuales los hombres. Una mujer podía ser experta en un campo y exponer su opinión sobre asuntos políticos y sociales en medios con ánimo de influir: tenía la actividad de una intelectual pero no se la reconocía como tal. Era una condición masculina y a la vez se sembraban dudas sobre la virilidad de los que se dedicaban a eso (o sobre la feminidad de las mujeres con vocación intelectual). Jiménez describe debates guadianescos: la adscripción ideológica de los intelectuales, los reproches por su silencio o irresponsabilidad, por su oportunismo o frivolidad, o la sensación de su pérdida de relevancia.

Ha habido momentos de un discurso antiintelectual particularmente duro, como la dictadura de Primo de Rivera y el primer franquismo, y periodos de gran visibilidad de los intelectuales, como en la Segunda República y el final del franquismo. Jiménez Torres muestra los cambios del ecosistema comunicativo y reivindica la importancia de la resistencia de algunos intelectuales contra el nacionalismo y el terrorismo. A menudo pensamos que los intelectuales españoles han tenido poca influencia. Pero, según él, es un problema de comparación: creemos que Francia es la norma y no la excepción.

Jiménez Torres, especialista en historia cultural de España y Europa del siglo XX, autor de 2017 -un ensayo imprescindible sobre la crisis catalana- y del delicioso El mal dormir, tiene todas las virtudes de un hispanista británico y ninguno de sus defectos. Ha escrito un libro informado y sintético, inteligente y elegante, ágil y lleno de referencias valiosas. Muestra que contar la historia de los intelectuales es contar parte de la historia de un país y dice que los intelectuales no mueren ni se destruyen: solo se transforman.

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