Opinión | AL MARGEN

Adiós mascarillas

Ya saben que desde hoy no es necesario llevar mascarilla en el transporte público, ¿verdad? Ayer leía una encuesta en la que se refleja que siete de cada diez personas apoyan la medida. Luego he leído también la habitual cascada de reacciones de las comunidades autónomas gobernadas por fuerzas políticas que no pertenecen al gobierno quejándose de que no se las haya convocado para tomar la decisión. Después he oído a médicos decir que qué locura, con el invierno y los resfriados que hay, y sacarse la mascarilla justo en este momento. Y ahora, la realidad según yo la veo: esto se acabó. Por fin. He sido disciplinada en el uso de mascarillas donde era preceptivo llevarlas. Pero hace meses ya que en el transporte público la gente lleva piezas tan sobadas que le cuelgan por debajo de la nariz. O que se las baja para hablar por teléfono, o porque le da la gana. ¿Y vas a andar discutiendo todo el día? Y luego está el hacinamiento habitual.

Hace unos días estuve en Madrid: allí la mitad de las personas en el metro hace semanas que no la llevan. Aquí los conductores aún reprendían a los díscolos, pero desde hoy se acabó. Pasamos de no tener ni una a coserlas de retales (yo misma hice muchas y regalé a montones), luego a conseguir género con gran esfuerzo y al final a poder adquirirlas en cualquier sitio. En invierno han sido soportables, en verano insufribles. Pero han salvado miles de vidas. Me alegro de que se acabe la obligatoriedad: es el fin de un mal sueño. Sin embargo, si el bus va muy lleno, yo seguiré usándola. Y no se olviden de la dosis de refuerzo de la vacuna: como la mascarilla, es voluntaria, pero está a nuestra disposición. Hay que cuidarse con los instrumentos que tenemos.

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