TERCERA PÁGINA

Alfambra, la última carga de la Caballería española

Luis Negro Marco

Luis Negro Marco

La conquista de Teruel fue planificada por el gobierno de la República (por el socialista Indalecio Prieto, como ministro de la Guerra y por el general Rojo, como jefe del Estado Mayor del Ejército) como la batalla decisiva, el punto de inflexión a partir del cual se obtendría la victoria decisiva sobre el ejército sublevado, a las órdenes de Franco.

De ahí que, a pesar de la destacada intervención de las Brigadas Internacionales en la conquista de Teruel el gobierno republicano diese la consigna de que aquel hecho bélico había sido protagonizado solamente por soldados españoles. El propio escritor norteamericano, Ernest Hemingway, célebre corresponsal en la guerra civil de España, se prestó a esta farsa propagandística, repitiendo lo mismo en una entrevista concedida al periódico francés Ce Soir el 9 de enero de 1938, un día después de que Teruel fuese tomado al ejército sublevado por las tropas leales a la República.

Sin embargo, y en su afán de llegar al Mediterráneo para partir en dos el territorio controlado por la República, Franco pronto se aprestó junto a su Estado Mayor, a diseñar un plan para la reconquista de la ciudad, que –como en la Antigüedad, cuando romanos y cartagineses se enfrentaron en nuestro suelo por el control de la Península Ibérica– volvía a ser de vital interés estratégico.

Instalado su cuartel general ambulante en el tren Términus (un convoy arrastrado por una locomotora a la que se dio el nombre de Pasamontañas y que se desplazaba a lo largo de la vía férrea Zaragoza–Teruel), Franco diseñó la ofensiva de reconquista de Teruel junto a su ministro de la guerra (general Dávila) y los generales Aranda, Yagüe, Varela y Monasterio, este último al frente de la División de Caballería.

El general Rojo y su segundo, el coronel Hernández Saravia, sabían de los planes de Franco y se aprestaron a la defensa de Teruel, con –entre otras– 2 brigadas internacionales, la división 46 comandada por El Campesino, la célebre división 47 (que contaba con su propia revista, Nuevo Ejército) y la división Carlos Marx. En total, 30 brigadas, con un total aproximado de 60.000 soldados en un frente de 600 kilómetros cuadrados. El número de las tropas de Franco era similar, por lo que la batalla de Teruel enfrentó, a partir del mes de enero de 1938, a unos 120.000 soldados.

Fue así como entre el 6 y el 8 de febrero de 1938 dio comienzo la denominada batalla de Alfambra, en la que las sucesivas cargas de los escuadrones de Caballería, al mando del general Monasterio, habrían de desempeñar un papel determinante. Además, considerada la guerra como una moderna Cruzada, la oficina de prensa del cuartel general rebelde en Salamanca, no dejó pasar la oportunidad de recordar que dicha batalla se había iniciado el domingo, 6 de febrero, «víspera de la fiesta que conmemora a Ricardo Corazón de León, día de Cruzada».

La superioridad aérea de los rebeldes durante la batalla de Teruel se basó en la Legión Cóndor enviada por Hitler, junto a los Fiat italianos enviados por la Italia de Mussolini y en las operaciones llevadas a cabo (desde los aeródromos de Bello y Calamocha) por las escuadrillas del célere piloto español Joaquín García Morato. Ante ellos, poco pudieron hacer en los combates aéreos los Martin bomber americanos, o los Polikarpov (llamados por los españoles moscas, por su forma y ratas, por su modo de atacar) rusos que había enviado Stalin en apoyo del ejército de la República. De ahí que la agitprop de los sublevados acuñara el término de la Temerosa, para referirse a la aviación del ejército de la República.

El 7 de febrero, el periodista de cabecera de Franco durante la batalla de Teruel, El Tebid Arrumi, (pseudónimo de Víctor Ruiz Albéniz, abuelo de Alberto Ruiz Gallardón, quien fuera alcalde Madrid y ministro de Justicia) escribía en una apasionada crónica de uno de los periódicos oficiales de los rebeldes: «¿Quién había dicho que el arma de Caballería no tiene papel eficaz en la guerra moderna? La actitud gloriosa de nuestros escuadrones en el día de hoy a través de los llanos y escarpados en torno al valle del río Alfambra demuestra todo lo contrario. Ha sido un momento inenarrable aquel en que los bizarros jinetes, al mando del general Monasterio, se lanzaron a través del llano en precipitado galope para, en pocos instantes, recorrer todos los kilómetros que eran precisos a fin de adelantar por el centro nuestra línea y ponerla al ras de los avances que efectuaban las columnas del norte y del sur. A partir de hoy no será posible para ningún ejército del mundo prescindir del Arma de Caballería».

Y en efecto, tal y como recuerda el historiador y militar Francisco Escribano Bernal, fue en la batalla de Alfambra donde tuvo lugar la última carga victoriosa (de la Historia) de una gran unidad a caballo. La acción tuvo, ciertamente –por sus disciplinados movimientos y la brillantez y eficacia de sus evoluciones– un tono épico y más aún teniendo en cuenta el momento de transición tecnológica y táctica militar que se manifestó por ver primera en la guerra civil española. Pero quien mejor conocía que aquella carga de la batalla de Alfambra, si bien decisiva, supuso a su vez el canto del cisne de la Caballería (soldados a caballo en la guerra) fue el propio general Monasterio, protagonista de aquel hecho bélico, quien ya en 1930 había manifestado que en ningún período de su historia había sido el porvenir de la Caballería tan incierto como entonces.

Tras la batalla de Alfambra (6 al 8 de febrero de 1938) el número de muertos y heridos se contaba por miles por ambos bandos. A su vez, los miles de prisioneros hechos por las tropas sublevadas fueron fichados y enviados en sucesivos convoyes de tren a Zaragoza, previamente a su redistribución hacia distintos campos de concentración.

En su edición del 9 de febrero de 1938, el diario londinense The Times, bajo el título de portada: «Otra vez Teruel», se hacía eco de la batalla de Alfambra, de la brillante carga de la Caballería del general Monasterio y de la rotunda victoria que habían obtenido las tropas insurrectas, determinante para la reconquista de Teruel. Así sucedería, de hecho el 22 de febrero.

Suscríbete para seguir leyendo