Premios Goya

Luis Zahera, Goya al actor único

Sorprende la jibarización en secundario del protagonista absoluto de 'As Bestas', dado que la película muere en cuanto sale de escena

Matías Vallés

Matías Vallés

Los Goya ayudan más a la moda española que al cine de dicha nacionalidad, lo cual obliga a olvidar piadosamente el desangelado pasillo de entrada a la ceremonia de este año, que deslucía los vestidos y que fue todavía más gélida que el homenaje a Saura. Unir al cineasta gigante con Serrat y Machado en la primera canción del espectáculo solo demuestra el vuelco planetario. Lo empeoró Antonio de la Torre, que por lo visto no estudió periodismo sino editorialismo, con el desafortunado "a Saura le faltó un día para disfrutar de su Goya de honor", digno del Gila más negro.

Tras la extinción de la cultura clásica, el cine no tiene ya demasiada importancia, imaginen el español. Clara Lago habló burocráticamente de “una cosecha espectacular”, a traducir por “otro año mediocre”, con una producción claramente inferior a la deIrán bajo la opresión islámica.

Por no hablar de Corea del Sur, ningún producto español puede medirse a 'Hunt' o 'Decision to leave', las formas narrativas del futuro. Por fortuna, los actores españoles no suelen ir al cine, así que se evitan la fenomenal decepción.

La mediocridad se suma a la ansiedad de los protagonistas de la gala.

Puede disculparse por la inseguridad del gremio, hasta Bette Davis tuvo que publicar un artículo en prensa pidiendo trabajo, y De la Torre solicitó un empleo para sus compañeros tras presumir de excepción a “la precariedad”.

Con tanta salvedad, las dos películas más importantes del cine español en 2022 han sido 'As Bestas' y 'Los renglones torcidos de Dios', desdeñada como todas las producciones que tienen la insolencia de agradar a los espectadores. Se salvan por no tener voluntad pedagógica, en medio de la epidemia del cine maternal con demasiados niños. Otros dos títulos significativos son 'Modelo 77' y 'Alcarràs', donde su dilema no es el urbanismo sino la suplantación de los profesionales por actores aficionados. En Estados Unidos sería inverosímil por la obligatoria sindicación, ¿aceptaría la autora que cualquiera puede dirigir una buena película, según acordaba Saura en su entrevista póstuma?

El acierto de la entrega de galardones consiste en haber empezado por el único premio garantizado de antemano, a Luis Zahera, el actor que mejor se indigna de España. Sorprende la jibarización en secundario del protagonista absoluto de 'As Bestas', dado que la película muere en cuanto sale de escena y mejoraría si se suprimieran todas las escenas en que no interviene el compostelano. Su sensacional “siempre quise matar a un francés” quedará como eslogan de la gala, a cargo de quien interpretó en 'El reino' la escena de balcón más deslumbrante del cine español.

El año electoral se traducía en la presencia simultánea en Sevilla de Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, escamoteado en el discurso de los presentadores, en la monserga inapropiada de Fernando Méndez-Leite y en las cámaras de la televisión estatal. Los políticos estaban adiestrados para sufrir las peticiones de dinero, aunque el rector de la Academia destacó que “para las rogativas, ya nos veremos en los despachos”, pero el presidente del Gobierno no esperaba recibir las bofetadas de la valla de Melilla y de la traición al Sáhara en la intervención inaugural. El moralista De la Torre citó como autoridad antibelicista a Julio Anguita, tan alejado del PP como del PSOE.

El Goya a Juliette Binoche, pese a su condición de antivacuna covid y anti Bill Gates demuestra el eclecticismo de la ceremonia, La joven desguarnecida que nos cautivó con su Tereza en La insoportable levedad del ser de los años ochenta, le dio una lección de humildad a sus colegas españoles, al confesar que “solo soy un instrumento”.

Antonio de la Torre recomendó al iniciarse la gala “no confundir los Goyas con los Oscars”. Por desgracia, las estatuillas norteamericanas están cada vez más cerca de las españolas. A título personal, la waterpolista 42 segundos merecía un hueco en las nominaciones. La erradicación de 'Pacifiction', donde Albert Serra ha asombrado al mundo, debería ser perseguida penalmente. Y la mejor película del año se ha quedado fuera. Se llama 'El cuarto pasajero', pero Álex de la Iglesia ha pasado de presidente a proscrito de la Academia.