EL ARTÍCULO DEL DÍA

Tamames y el complicado envejecer

Cada momento tiene sus peculiaridades y lo afrontan las personas con su bagaje y experiencias

José Manuel Lasierra

José Manuel Lasierra

Cuando una persona ha ganado una credibilidad por su profesión, conocimientos, integridad moral y ética, nos cuesta mucho, primero, creer y, segundo, aceptar sus cambios de posiciones ideológicas y políticas. Es el caso de Ramón Tamames. Tamames no fue un aprovechado de última hora. Militaba en el Partido Comunista desde los años 50. Era conocida su militancia y no se escondió. Fue un intelectual activo y comprometido para alcanzar y estabilizar la democracia, en unos tiempos difíciles económica y políticamente. Fue un economista que en los primeros tiempos ayudó a conformar la disciplina de la economía. Hasta entonces había muy poco y su contribución fue necesaria e imprescindible. Hoy en día hablaríamos de otros parámetros en esa materia, la economía, pero eso mismo sucede con otras materias.

Otros economistas de aquella época hicieron el camino inverso, como José Luis Sampedro. En unos años en que las facultades de Economía eran unos hervideros antifascistas, algunos se significaron poco. A los muchos años, como reconocido escritor, aparecería arengando a los jóvenes del 15-M. Uno fue diputado comunista y otro senador real en las Cortes constituyentes, de los 40 senadores que designó el rey en aquella ocasión. Una vida da mucho de sí. A pesar de lo que diga el tango de que 20 años no es nada, lo es. Y 40 años, si me permite, el doble. Hay también casos de transformismo acelerado escasamente comprensibles. Echenique pasó en cuatro días del a la guerra de Irak al pacifismo más estricto.

La evolución ideológica y política de las personas creo que es bastante normal y frecuente. Los cambios sociales, económicos y políticos, las nuevas circunstancias, las vivencias de las personas, de las distintas generaciones, no puede ser que se mantengan para siempre.

De la misma manera que no se puede analizar con los ojos actuales y con los valores y creencias de hoy día lo que ocurrió en la Transición o, por poner otro caso, la propia colonización de América, tampoco parece muy sensato afrontar los problemas actuales con la visión de hace unos años, la de aquellos que tuvieron un papel protagonista y lidiaron... con otros problemas, otros problemas, insisto. Para ser más precisos, lo de comentar, analizar, sugerir, aconsejar, muy bien, pero eso de pontificar cual sumos sacerdotes... en fin. A los que tienen que tomar decisiones sobre asuntos actuales se les juzga en general con severidad. Cada momento tiene sus peculiaridades y lo afrontan las personas con su bagaje de vivencias, experiencias y conocimientos, distintos a los que conformaron sus antecesores. Como decía Mafalda: «Cuando sabíamos las soluciones, nos cambiaron los problemas». Se aprende equivocándose. Las realidades de una generación a otra son distintas.

Los principios y la ideología importan y sirven para orientar nuestras actuaciones, pero siempre deben estar apegados al terreno, siempre sujetos a un mundo cambiante. Y en esa realidad cambiante se conjugan muchas cosas. Cuando alguien se dice que no se siente representado por su partido, por alguna actuación concreta, ¿le representa el partido alternativo? ¿Solo mete en la cesta una cuestión y eso es suficiente para cambiar el voto? En concreto, en la situación actual, en amplios sectores progresistas han levantado ampollas las medidas de este gobierno relacionadas con el procés y sus delincuentes. Por este motivo algunos hablan de votar a otras opciones, que en lo económico lo hubieran hecho mal, que en el reparto del coste de la crisis hubieran dejado al personal a la intemperie, que se oponen a que los bancos y energéticas contribuyan a la crisis con más impuestos, que se ríen de su país cuando hablan de timo ibérico que nos reduce la inflación (la excepción ibérica en el precio del gas que luego se quiere adoptar en toda Europa), que hablan mal de sus instituciones en Europa, que deterioran las propias instituciones (Consejo General del Poder Judicial) y echan las culpas al otro... ¿eso es alternativa no ya de progreso, sino simplemente de un comportamiento político normal y honesto, medianamente centrado, sin graves sesgos ideológicos? En las sociedades abiertas, el pensamiento crítico te lleva a identificarte en un porcentaje con la opción ideológica o política que votas. Un porcentaje de más del 50% de afinidad no se puede cambiar de la noche a la mañana, por algunos determinados hechos. En resumen, ¿el no sentirse representado por un partido al que tradicionalmente has votado significa que la alternativa sí que te representa? Vivimos tiempos complicados, pero ¿cuándo no han sido complicados? Estos escenarios que se nos plantean en el día a día supongo que se hacen más confusos conforme se envejece y yo no sé si son egos que resurgen, ramalazos de vitalidad que nos hacen sentir que estamos aquí o recuerdos de lo que fuimos o hicimos con posos de nostalgia. Se dice, envejecer es un problema, pero la alternativa es peor.

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