Opinión

Demasiados cómplices

Mañana jueves 16 de febrero está prevista la voladura de la chimenea de la central térmica Teruel en Andorra; una construcción de 343 metros de altura (la segunda estructura de hormigón más alta de la península) que caerá por acción de la dinamita, poniendo fin al último vestigio que quedará en la capital de la comarca Andorra-Sierra de Arcos de lo que un día fue su orgulloso pasado industrial.

Siempre hemos considerado la central térmica Teruel como nuestra Catedral del Carbón, consagrada a la transformación minero eléctrica; siendo su alta chimenea nuestra Torre Eiffel, que esbelta en el páramo turolense ha marcado el horizonte de la tierra baja durante más de cuatro décadas. Por eso se merecía un destino distinto al que le han condenado desde despachos lejos del territorio en lo físico y en lo sentimental.

Los niños y niñas que nazcan desde este jueves en nuestro territorio no tendrán ningún vestigio que les permita recordar y enorgullecerse de lo que significó para esta parte de la provincia la central térmica; estos nuevos nacidos merecían que la gran chimenea y sus tres hermanas mellizas (las torres de refrigeración) hubieran permanecido en pie, reconvirtiendo su uso en un reclamo de nueva esperanza y de futuro para nuestras comarcas como de hecho sucede en muchas construcciones similares en Europa.

Nos tomamos muy en serio la posibilidad de salvar las torres y las estructuras singulares de la central, por eso presentamos el proyecto Power Experience. Un proyecto que usando la memoria industrial minera de la provincia propone una acción potente para dinamizar y diversificar el desarrollo y la economía de las localidades de la provincia de Teruel afectadas por la Transición Justa; siendo Andorra y su central uno de los pilares fundamentales. Un proyecto que presentamos en diferentes pueblos de la provincia, ante diferentes instituciones, y también a Endesa. Ni el Ayuntamiento de Andorra ni el Gobierno de Aragón valoraron el proyecto, ni presentaron alternativas, ni han hecho nada por mantener en pie las torres de Andorra.

Se han limitado a dejar pasar el tiempo sin permitir incoar el expediente de declaración de Bien de Interés Cultural.

A pesar de que tampoco se ha hecho nada desde el Ministerio de Transición Ecológica para mantener las estructuras en pie, llama la atención el silencio del ayuntamiento andorrano.

Esta institución es la primera que debería haberse alzado para salvar la central, iniciando un expediente de declaración de Monumento de Interés Local como sugiere su Plan General de Ordenación Urbana. Sin embargo, ha sido el primer interesado en que desapareciera, como si le diera vergüenza verla en pie; actuando de parte de la empresa dueña de la central. No debemos olvidar ni minimizar la responsabilidad de la que fue dueña de la central, Endesa, en la destrucción de nuestro patrimonio.

En ningún momento ha hecho nada para mantenerla en pie, olvidando su responsabilidad con el territorio. Endesa nunca debe olvidar que siempre estará en deuda con Andorra y sus habitantes que durante décadas dieron lo mejor de sí mismos en las minas y en la central para su beneficio.

No deja de ser una paradoja de que quien destruye nuestros paisajes con molinos ahora aplica política de tierra quemada destruyendo un paisaje que es memoria y patrimonio. Quienes el siglo pasado se aprovecharon de nuestros paisajes y los recursos naturales con pantanos que inundaron los valles pirenaicos, hoy actúan con la misma voracidad, sin importarles las personas ni respetar el entorno.

Dinamitar la chimenea es dinamitar la memoria, la historia de una comarca que durante décadas tuvo un pasado minero que algunos quieren borrar con una carga de explosivos. Demasiados cómplices en un despropósito que va en contra de los tiempos actuales, en los que el patrimonio industrial es un recurso turístico y etnográfico en muchos lugares del mundo. En Teruel, una vez más, nos condenan a ir al contrario que el resto ante la pasividad y complicidad de nuestros responsables públicos que, con su silencio y asentimiento, autorizan semejante atentado contra nuestra memoria.

Solo espero que en esta ocasión no conviertan la demolición de la chimenea en el mismo lamentable espectáculo en el que convirtieron la de las torres de refrigeración, que más parecía una fiesta a la que invitaron a famosos influencers que un acto que en realidad era una jornada negra para los andorranos.

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