Opinión | Sala de máquinas
Espías en el Sáhara
Este año, los Premios Goya han sido muy poco reivindicativos. Atrás, muy atrás en su tradición de reivindicaciones ideológicas o políticas parecen haber quedado los tiempos en que José Luis Borau se pintaba las manos de blanco para exigir el fin del terrorismo o los actores de Animalario se descolgaban con un «No a la guerra» contra la intervención militar de nuestro país en el Irak de Sadam Husein.
En esta última y reciente edición, uno de los presentadores lanzó una alusión a nuestra confusa política exterior, recordando «ese Sáhara al que hemos abandonado». No hubo aplausos, tampoco posteriores comentarios. Ninguno de los protagonistas del cine español que hasta hace poco visitaban los campamentos de Tinduf para animar a los refugiados en su sueño de construir una república saharaui independiente de Marruecos ha insistido en la necesidad de seguir apoyando a «ese Sáhara».
El tema, sin embargo, era y sigue siendo tan apasionante como escabroso, y dando origen a interpretaciones, argumentos e historias como la que Jaime Rocha nos cuenta en su nueva novela, Alta traición.
Rocha, capitán de navío y exagente del CNI durante los años ochenta y noventa, muy experimentado en temas relacionados con nuestra contrainteligencia en el Magreb, describe en su novela unas relaciones muy estrechas entre los representantes clandestinos del Frente Polisario y destacados miembros del Gobierno español o de sus representantes, enviados y mensajeros en Marruecos, Argelia y otros escenarios implicados en el conflicto saharaui. Numerosos contactos entre agentes de ambas partes en los territorios en disputa, en Madrid o París, así como la constante actividad de La Casa en torno al proceso de descolonización, las reclamaciones marroquíes y las aspiraciones del pueblo saharahui dieron fe del grado de implicación y compromiso de una España que ahora, incomprensiblemente, se quita del medio, abandonando una causa que ya ni siquiera defienden los actores de su cine.
En Alta traición, cuyo título alude a las conspiraciones contra el general Manglano, director del CNI hasta 1995, se describen también otros muchos asuntos y actividades de La Casa en relación con la amenaza etarra o el terrorismo internacional.
Una novela, como todas las de Jaime Rocha, inquietante, trepidante y reveladora.
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