Obituario

Fallece Enrique de Castro: Tanta paz lleves como has repartido

Alberto Arilla

Alberto Arilla

Conocí a Enrique de Castro cuando apenas tenía diez años. Mi abuelo le había invitado a casa, a celebrar la fiesta posterior a una boda que Enrique había oficiado en Sádaba, mi pueblo y el suyo. Sería un suceso anecdótico de no ser porque los dos contrayentes eran inmigrantes, sin ningún poder adquisitivo ni, posiblemente, legal. Pero a Enrique, un cura diferente, un cura obrero, eso siempre le dio igual.

A decir verdad, no recuerdo demasiado de aquel encuentro. Sin embargo, desde que decidí ser periodista, mi entrevista pendiente fue la suya. Hace unos meses, por fin, me concedió la que, por cosas de la vida, fue su última conversación pública. 

Enrique era un hombre fascinante. Un sacerdote que negaba el sacerdocio, un cura que iba contra la Iglesia Católica, un creyente que creía más en las personas que en sus creencias. Durante su vida, que lamentablemente ha tocado a su fin este miércoles, siempre estuvo del lado de los más necesitados, enfrentándose a obispos que, como él mismo me dijo, “no se fían de sí mismos, y la mayoría no tienen fe”.

Tampoco le temblaron las piernas para ponerse frente a las más altas jerarquías, alejadas de los textos evangélicos desde las génesis de sus instituciones obsoletas. Desafió al poder eclesiástico con obras como su celebérrima ‘Dios es ateo’, donde afirmaba, sin ningún pudor ni duda, que dios (con minúscula siempre) no creía en ninguna de las religiones que habíamos inventado. 

No sé, Enrique, si Dios realmente era ateo. Aunque, de parte de alguien que sí lo es, me gustaría dejar constancia de que ha sido un honor conocerte y un privilegio compartir las mismas raíces. Nos ha quedado esa última charla pendiente, en persona y en nuestro pueblo, pero no tengas duda de que no dejaremos que tu ejemplo se vaya contigo.

Que la tierra te sea leve, paisano. Tanta paz lleves como paz has repartido.

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