Opinión | DESDE TOLVA

Si vas a Castigaleu

Si vas a Castigaleu pregunta por el Toni, que es un concejal muy majete y amigo de los furgoneteros. No queda igual. Hay que decirlo y asumirlo. No pasa res. Esta jota rima mejor con Calatayud, Dolores y sinsabores. Ni con asonante, ni con consonante, ni con cola. La copla es otra. Es que en Castigaleu, a cuatro palmos de Tolva, estrenaron hace un tiempo una zona de autocaravanas. Qué envidia. Y el Toni, orgulloso de su idea, está pletórico, y con razón, al quite del buen comentario que hacen sus usuarios ocasionales por el efecto llamada para que algún camperizado haga noche en el lugar. Y haga gasto.

Poco a poco estos aparcaturistas van floreciendo hasta en la ruralidad menos gentrificada. Son telas de araña en las que atrapar algún dominguero motorizado en la autosuficiencia, ese modelo de vagamundos que tras la pandemia son multitud.

Una buena oportunidad para pueblos olvidados es acondicionar con brea u hormigón una campa, adecentar varios enchufes, una fuente, un pozo para evacuar las aguas residuales y, como lujo, unos baños para que el entorno no termine siendo un cagadero al libre albedrío.

Una inversión que sofoca al dueño de la casa rural y alivia a aquellos ahorradores que echamos un colchón en la parte de atrás de la Berlingo.

En nuestros pueblos perdidos todo perdido que caiga es bienvenido. Pero la gracia va por barrios. O por valles. En algunos lugares está empezando a ser un problemón en el que se cruzan la falta de espacios acondicionados con la masificación creciente; la ausencia de regulación o, con ella, de vigilantes de la sanción con el incivismo y la picaresca que convierte en preciosos parajes naturales en apestados hoteles con restaurante de poltrona al aire libre y peste a pis...

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