Cambiar el modelo, el quid de la cuestión

Los seis principales bancos españoles obtuvieron en 2022 un beneficio neto de 20.849 millones

Antonio Morlanes

Antonio Morlanes

Este es un país curioso. Parece como si estuviésemos en un juego permanente que gana quien más acierte las veces que se equivoca el otro. En este juego no vale esa cosa extraña de la colaboración entre todos los jugadores para evitar errores que no benefician a nadie. No importa si con esta perversa fórmula de señalar al contrario queda alguien en el camino, es más, diría que si alguno no cometiese equivocaciones, los demás serían carne de psiquiatra porque no podrían resistirlo.

Tal es el punto al que se llega con esta manera de actuar que a veces no somos conscientes de lo que podemos hacer o, mejor dicho, de lo que podemos llegar a manifestar. Un buen ejemplo lo tendríamos con Cristóbal Montoro que, en un debate parlamentario realizado con anterioridad a ser ministro, se explayó diciendo «Que caiga España que ya la levantaremos nosotros». ¿Se puede entender una apuesta así cuando se trata de conseguir el bienestar de los ciudadanos?

No cabe la menor duda de que desde el año 2008 el mundo no sale de circunstancias negativas y de que ante ellas nos limitamos a poner parches que en algunas ocasiones funcionan y en otras no, pero lo cierto es que en ninguna de las tres crisis oficiales que hemos padecido y estamos padeciendo hemos tenido la valentía de asumir que el modelo está agotado y que debemos hacer frente al reto de definir y diseñar uno nuevo. Estamos en un momento altamente inflacionario, y me pregunto: ¿qué hacen los bancos centrales para que la inflación vuelva a la normalidad? Pues lo único que se les ocurre, a esas entidades con tanto potencial imaginativo, es aumentar los tipos de interés a sabiendas de que el peso de esa acción recae en los grupos sociales más vulnerables y que, para más inri, hace incrementar los ya altos beneficios de las entidades financieras. Creo que este es un instrumento pobre en inteligencia e interesado en lo personal, ya que muchos de ellos derivan a terminar en dicho sector financiero.

Y lo cierto es que en este modelo económico suceden cosas muy curiosas (por poner un adjetivo amable). En las grandes empresas, cuando el cierre del ejercicio ofrece resultados positivos, o sea, buenos beneficios, los directivos de las compañías en cuestión son felicitados y bien recompensados, sin embargo, cuando lo que sucede es que hay pérdidas, o mejor expresado, no tan desorbitados beneficios, ¿qué dirán que ocurre? Pues que esos mismos directivos deciden que lo mejor es despedir al número necesario de trabajadores para bajar los costes. Como todo se entiende mejor con un ejemplo, ahí va uno muy representativo y actual: las cinco empresas tecnológicas más importantes del mundo han tenido una bajada en sus beneficios de 77.000 millones de dólares.

Observen que me he referido a disminución de beneficios y, por supuesto, no a pérdidas, pues este pasado año 2022 tuvieron unas ganancias de 243.000 millones de dólares y, con tan míseros (lean ese míseros con la ironía con la que lo escribo) beneficios, lo que ha sucedido es que han despedido a 51.000 trabajadores, esto contrasta bastante con la retribución de los cinco CEO de dichas compañías que solo (lean ese solo entre comillas) ha sido de 400 millones de dólares. Algo se escapa a la lógica de la racionalidad, o volviendo la oración a pasiva: esto encaja a la perfección en el concepto de la indignidad.

Pero demos continuidad al examen del obsoleto modelo económico que nos atrapa. Los seis principales bancos españoles: Santander, BBVA, CaixaBank, Sabadell, Bankinter y Unicaja Banco, obtuvieron, en el año 2022, un beneficio neto de 20.849 millones de euros, lo que significa un incremento del 27,86% con respecto al del año 2021. Y, sin embargo, ante algo así cometemos el atrevimiento de pedir que la banca aporte al Estado un 4,8 % sobre su margen de interés y comisiones netas, estableciendo una multa del 150% del importe para aquellas empresas que trasladen este gravamen al precio final del usuario.

Este impuesto pretende recaudar un total de 1.500 millones de euros al año hasta 2024 y, con relación a los beneficios de los 5 principales bancos, esto supone un poco más del 7% de estos. Y como guinda de esta majestuosa tarta, resulta que en el año 2022 la gran banca cerró 1.300 oficinas y despidió a 5.800 trabajadores que tendrán que cobrar la prestación por desempleo y dejarán de ingresar impuestos. El negocio está servido.

Sin embargo, y a pesar de todo esto, la economía en España creció el pasado año un 5,5% y se prevé que el PIB recupere el nivel prepandemia a mediados de este año 2023. Pero para que todo vuelva a su ser sería muy conveniente establecer un pacto de rentas ya que, sin duda, esto permitiría una mejoría del consumo y una mayor estabilidad económica, tanto en la producción como en el empleo (hay que tener en cuenta que los trabajadores están con sus ingresos a 5 puntos de la inflación). Es necesario que entendamos que una mejoría salarial es buena para todos y así lo entiende el presidente de la CEOE que, para dar ejemplo, se ha subido el salario un 9% cobrando ahora la normal cantidad de 400.000 euros anuales, un punto porcentual por encima del incremento del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), eso sí que es empatía. ¡Ole, Ole, Ole!

Cuando estoy escribiendo este artículo se ha producido el terremoto que ha tenido lugar en Turquía y en Siria con una devastación terrible, no solo ha derruido todo lo que ha encontrado a su paso, como si fuese un castillo de naipes, sino que también ha segado miles de vidas, en definitiva, una enorme desgracia. De esto deberíamos sacar conclusiones que nos pongan a las personas en el lugar que nos corresponde de acuerdo con la Naturaleza y sus efectos. Ahora ha sido un terremoto, otras veces el agua y en otras los huracanes, sin olvidarnos de los volcanes y deberíamos darnos cuenta de que ante esas fuerzas no somos nadie. Reflexiono sobre esto y, viendo cómo desde España enviamos, a aquellos lugares devastados, toda la ayuda humanitaria, a la UME y a los bomberos con todo su equipamiento, pienso que en verdad no se puede poner en duda el papel de los impuestos. Si revisamos nuestras vidas veremos que están en cada paso que damos, no los voy a enumerar, pero, por favor, no les quitemos el valor que tienen. Sin ellos, los impuestos, no somos nadie, ni tan siquiera aquellos que tienen dinero como para no saber ni qué hacer con él.

No deseo terminar este artículo sin volver a retomar la cuestión en la que pongo toda mi credibilidad: el ya mencionado modelo. Pensemos que tenemos todo a nuestro favor para cambiarlo y eso nos dará paso a una sociedad más justa.

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