EL ARTÍCULO DEL DÍA

Ucrania, un año después

La paz debiera ser el objetivo, la cuestión es por qué camino, si por el agotamiento o el diálogo

Fernando Martín Cubel

Fernando Martín Cubel

Para desgracia de todos se celebra un año del inicio de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, conflicto armado que no es el único en el planeta, ya que como bien nos indica la institución Escola de cultura de pau a través de su último Informe sobre conflictos, derechos humanos y construcción de paz de 2022 hay 32 conflictos armados abiertos. Un conflicto armado que sigue generando, y esto es algo que quiero resaltar: muerte, sufrimiento, desplazamiento de población civil, destrucción y un sinfín de consecuencias que el dios griego de la guerra Ares suele desplegar cuando por desgracia la acción humana es incapaz de buscar la paz. Un país soberano, reconocido por el conjunto de la comunidad internacional que ve cómo el pasado 24 de febrero de 2022 su soberanía nacional e independencia se ve violentada por la agresión de otro estado como es el caso de Rusia que incapaz de buscar, encontrar nuevas vías de diálogo opta por la lógica de la invasión injustificada de un estado soberano, cuestión en la que insisto.

Un año después, el continente europeo está en guerra ante la perspectiva de algunos por regresar al pasado a la hora de hacer uso de la violencia como método y medio para el cumplimiento de sus fines, en un intento evidente por recuperar viejas reformulaciones de violencia que habían dominado durante siglos el continente europeo y que tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial y sobre todo tras la ratificación por parte de los países de este continente del Acta de Helsinki de 1975 se entendían como acabadas, y quisiera simplemente destacar algunos de los principios de este acta que se ven violentados como puedan ser: la inviolabilidad de las fronteras, la abstención de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza, la integridad territorial de los estados o el arreglo de las controversias por medios pacíficos. Y esta es una guerra que no pueden permitirse salir derrotados el conjunto de estados europeos.

Un año después, y siguiendo las diferentes circunstancias que de manera casi instantánea conocemos del conflicto armado, existe una especie de sentimiento de inseguridad con diferentes aristas que se extiende: a través de la adopción de políticas de gasto en seguridad y defensa a nivel nacional y supranacional que con total seguridad serían impensables sin la invasión rusa de Ucrania. A través del impacto que el conflicto armado está generando en las economías como un aspecto más que aumenta las no buenas perspectivas de futuro. A través del conocimiento de las diferentes sensibilidades europeas que hay al respecto y que insisten en la inseguridad.

Un año después, realidades que parecían intocables para los gobiernos y sociedades de Suecia y Finlandia, como es el claro ejemplo del principio de neutralidad ha dejado de serlo: la ruptura de confianza de Rusia con gran parte de los países vecinos tras el inicio de la invasión de Ucrania y la necesidad de dar una mejor protección a través de la pertenencia a la OTAN, plantea si en estos momentos el principio de neutralidad sigue siendo posible como factor de estabilidad, y también cabe preguntarnos: ¿Cómo obligamos a un estado soberano a ser neutral si no le garantizamos previamente el cumplimiento de los principios del Acta de Helsinki, y cuando aquellos que hasta ahora habían sido fieles defensores de su neutralidad deciden desechar esta opción?

Un año después, otro tabú parece ser destronado como es el relativo a la denominada carrera de armamentos, rearme, puesta en marcha de políticas militaristas o en su caso políticas de inversión en defensa ante la mala situación de las fuerzas armadas de algunos países europeos. El denominado gasto en defensa del 2% del PIB, al igual que nos ha sucedido con el principio de neutralidad, ya no resulta ser una cuestión que genere una tensión social y política en países como Alemania, España o Reino Unido, entre otros. Conviene analizar muy bien la situación real de la seguridad y defensa nacional de los países, y observar si estamos en algunos casos ante claros ejemplos de rearme o en su caso en mejoras sustanciales de sus modelos de seguridad, pero también no cabe perder de vista y en ello hay que ser muy precavidos, si existe un claro trasfondo por recuperar una preeminencia en la puesta en marcha de políticas de seguridad desde el ámbito militar obviando otros aspectos esenciales de la seguridad que desde los años noventa del siglo XX forman ya parte de las agendas de seguridad y que no pueden ser denostadas en estos momentos.

Un año después, el apoyo a Ucrania a través del eje UE-OTAN, y de la administración Biden se mantienen sobre el papel firmes. En el actual contexto europeo Rusia está aislada: diferentes paquetes de sanciones más o menos efectivas, el apoyo militar de numerosos países europeos y no solo militar como es el ejemplo de la protección a los refugiados ucranianos, las reuniones de líderes europeos como la celebrada en Praga el mes de octubre de 2022 y que escenifica este aislamiento.

La paz debiera ser el objetivo, la cuestión a través de qué camino: a través de un agotamiento de la vía belicista, la vía brasileña que intenta avanzar para plantear un espacio al diálogo en su caso. La paz ha de ser el objetivo, no solo para Ucrania y Rusia, sino para todo el continente europeo que ha visto alterada su estabilidad, pero mientras un año después el sufrimiento en suelo europeo continúa y no tiene perspectivas de finalizar.

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