¿Conmigo o contra mí?

María Jesús Ruiz

María Jesús Ruiz

Una de las lecciones que me ha dado la vida es aprender a desconfiar de quienes siempre me dan la razón y no me contradicen. No voy a negar que cuando tienes cierta responsabilidad y se acumulan los problemas resulta agotador tener que lidiar día tras día con el «no», el «pero», el «es que»… y la permanente mosca cojonera. Sinceramente, creo que a medio y largo plazo es bueno rodearse de personas que te escuchan y te entiendan, aunque no estén de acuerdo contigo porque sin ellos no te planteas mejorar, evolucionar y te quedas estancada. Eso sí, cuando estamos hablando de crítica entendamos que no nos referimos a la destructiva y egoísta sino a la constructiva y comprometida.

Esto me hace ponerme en la piel de nuestros responsables políticos. No somos pocos los amantes de la naturaleza y muy especialmente de la montaña, el Pirineo y su ecosistema quienes estamos intentando hacer llegar nuestros argumentos contra el anuncio de la unión de estaciones de esquí por Canal Roya... ¿Significa esto querer machacar al gobierno autonómico y hacerle el juego a la oposición? Otro tema de actualidad es el llamamiento que gran parte de la población está haciendo a la revisión de las consecuencias no deseadas de la aplicación de la Ley de Garantía de la Libertad Sexual.

Pedir que se rectifique... ¿Significa atacar personalmente o institucionalmente a una Ministra sin más o no estar a favor de la libertad sexual?

Proponer la negociación y el cese la guerra en Ucrania... ¿Es darle la razón a Putin?

Podríamos poner más ejemplos a todos los niveles, mundial, europeo, estatal, autonómico y local y en todos los colores de gobiernos. Resulta desalentador que en no pocas ocasiones la lectura que se hace de la crítica es la de estás contra mí, y, por lo tanto, las relaciones en el ámbito político se reduzcan a esa encrucijada: yo o los otros. ¡Menuda simpleza! La vida, las relaciones humanas y la sociedad son complejas y reducir cualquier posicionamiento contrario al blanco o negro es no entender nada, es minimizarlo todo de una forma tal que puede perjudicar seriamente a la convivencia porque alienta el odio y, en su extensión, a la violencia. ¿Es necesario que les ponga más ejemplos o les resulta obvio?

Desde mi rincón, en este momento que los responsables de los partidos políticos se encuentran en esos procesos de definición de listas electorales y adquisición de compromisos sobre quién ocupará cada puesto si pierden o si ganan, les sugiero que por el bien común se alejen de palmeros y tiendan la mano a la crítica. Huyan de la autocomplacencia porque de lo contrario acabarán perjudicándonos a todos.

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