La sucia mano que mece la cuna

Las limpiadoras del Infantil no somos héroes, pero tenemos vergüenza

Charo Vitar

Charo Vitar

Había pensado en otro titular para este artículo. Algo similar a: «Cómo recortar la salud de nuestros niños sin escrúpulos».

No es sutil y quizás demasiado largo, pero va directo al centro de la cuestión que nos ocupa. Durante la pandemia se materializó una figura que siempre había permanecido en la invisibilidad: la de las limpiadoras y limpiadores que se dejaron la piel, y algunos literalmente la salud, para combatir a pecho descubierto al endemoniado virus con poco más que un chorro de lejía y una bayeta en mano.

En esos momentos, la sociedad comprendió que estos humildes trabajadores y trabajadoras eran esenciales para mantener a salvo la salud de los pacientes.

Pero la memoria es frágil, muy frágil. Y la de las autoridades sanitarias y políticas de Aragón, como el cristal de Bohemia. Porque si no, ¿cómo se explica que la consejería de Sanidad haya consentido recortes en una tercera parte del presupuesto para la limpieza del Hospital Miguel Servet?, ¿cómo es posible que en el último concurso se hayan repetido los mismos errores que hace cuatro años? Quizás nuestros políticos no han aprendido nada, o quizás la ciudadanía es menos importante que los resultados económicos.

Grandes empresas y multinacionales como Clece, a quien se le ha renovado recientemente la concesión de la contrata por una oferta irrisoria, son mágicamente bendecidas una y otra vez por las autoridades sanitarias con adjudicaciones que les llueven como premios de una tómbola en la que se juega con la salud de la gente.

¿Exagero? Habría que preguntar a los padres de los niños y niñas que están ingresados en las uci, unidades de neonatos o de oncología del Hospital Materno Infantil. Los mismos que ven con impotencia cómo las estancias donde sus hijos luchan por sobrevivir no se pueden limpiar correctamente. La falta de higiene es otro monstruo que acecha su recuperación.

Pero la sucia mano que mece sus cunas antepone la «austeridad» a las necesidades de los pequeños. ¿Cuánto vale la salud de nuestros niños? Para la consejería y autoridades sanitarias no lo suficiente, y a los hechos me remito.

Los trabajadores y las trabajadoras de la limpieza del Hospital Materno Infantil llevamos meses visibilizando esta miseria. Las zonas de trabajo son interminables.

Las sobrecargas han ocasionado que se dupliquen las bajas laborales y, moralmente, la plantilla sufre por no poder desempeñar sus funciones como se requiere, especialmente para patologías delicadas.

Sin embargo, no pensamos rendirnos. Nosotras y nosotros, los invisibles, ponemos caras y nombres a esos hijos de una sanidad menor. Mejor dicho, desmantelada hasta el chasis para justificar su desmembramiento y entregar el «negocio» de la salud a unos particulares, muy, muy, particulares.

También vamos a ponerles voz. Una voz que se extienda como un clamor y que atruene en los oídos de todos los ilustres sordos, ciegos y alienados que ponen un precio de saldo a la seguridad de nuestra infancia. Las limpiadoras y limpiadores del Materno Infantil no somos héroes, pero tenemos vergüenza. Sin soluciones a la vista, nos vemos abocados a una huelga que visibilice esta situación, no seremos cómplices de esta actuación. Seguiremos señalando las sucias manos que están meciendo la cuna. Seguiremos en la lucha.

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