TERCERA PÁGINA

Esas no tan pequeñas cosas

Problemas, en principio no demasiado graves, repercuten en las capacidades intelectuales

José Manuel Lasierra

José Manuel Lasierra

El experimento realizado por unos investigadores consistía en que, en una primera fase, un grupo de personas realizaba un test de inteligencia. En una segunda, tenían que hacer un test similar después de darles la noticia de que han tenido un incidente doméstico que les va a costar 3.000 euros. El resultado fue que el segundo test arrojó peores resultados. No es exactamente así el ejemplo, pero este experimento muestra cómo unos problemas, en principio no demasiado graves, repercuten en las capacidades intelectuales y seguramente, y derivado de ello, también en el desempeño en los estudios o en el trabajo. La prueba trataba de un hecho aislado, un accidente. Extendamos este tipo de incidencias a lo que le sucede a muchas personas y familias que tienen que sortear dificultades para llegar a final de mes. O que no pueden afrontar con cierta normalidad los gastos o incidencias imprevistos.

La Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística recoge este tipo de cuestiones y los datos de 2021 señalan que una tercera parte de la población padece este tipo de situaciones. Así, hay millones de personas en nuestro país que están expuestas a estas eventualidades, lo cual, en el supuesto de que hubiera igualdad de oportunidades en el acceso a la educación y al empleo, significa que estas personas van a ver más limitados sus posibles logros. Hay otros estudios que señalan también cómo las clases más favorecidas tienen una autoestima más elevada que suele darles mayor y mejor acceso a la educación y a los buenos empleos y mejores resultados en general con las cosas que afrontan. Estamos hablando de cuestiones que atañen a la psicología personal y a ciertos factores sociológicos como sería que en la clase donde te sitúas se adoptan modelos de comportamiento parecidos, apoyos mutuos, reciprocidades, cierto capital social selectivo y excluyente que al final se traduce en ventajas. Si todo fuera un asunto de fortaleza mental y de las capacidades del sujeto se podría pensar que se distribuye de manera proporcional entre las diversas clases sociales, pero no es así. La cuestión es que esta situación anímica tiene unos importantes fundamentos objetivos. Para empezar, una posible precariedad laboral y una inseguridad económica y limitados recursos educativos debilitan las defensas de las personas para afrontar adversidades.

Entonces aparecen los campeones de la libertad, muy bocazas y fanfarrones, reunidos en la barra de un bar, lugar propicio para su simplicidad mental, propagando que cada cual haga lo que le parezca y que el Estado no intervenga, que bajen los impuestos y que el gobierno, si es de izquierdas, es un corrupto. Si son pensionistas, algo bastante probable dada la estructura demográfica, no mencionarán el incremento del 8,5% de las pensiones (si prestan un poco de atención lo comprobarán con facilidad, son muy bocas). Los más finos de esa fauna abogarán por cosas sutiles como el cheque escolar y los servicios públicos privatizados. Con notable sagacidad e ingenio se explayarán en su derecho a elegir la educación de los hijos, por ejemplo. ¿De verdad tienen los sectores deprimidos capacidad de elegir si están afectados por problemas y situaciones que les absorben buena parte de sus energías y les producen grandes preocupaciones y obstáculos varios? Pero, es más, ¿son realmente los padres los que eligen el colegio o son los colegios los que verdaderamente eligen a los alumnos? Cómo se tergiversan las causas y se ocultan las razones y los culpables aparecen como inocentes corderillos.

Hay muchas microcausas que crean macroproblemas, que hacen desigual a una sociedad, mucho más determinantes que las ganancias del dueño de Mercadona, por poner un caso. Pero cuando la ignorancia es supina hay que decir cosas gordas. Tiene que haber algo de épica en las batallas políticas, hay que luchar contra los gigantes. Y en esas estamos, unos, mucho ruido y otros mucho silencio y a lo suyo. La denuncia de estas microcausas tiene poca épica, ninguna, diría, y quienes aspiran a resolver los muy grandes problemas de la sociedad, quienes van desfaciendo entuertos como el Quijote, quienes tienen la vida relativamente bien atendida, se permiten propuestas grandilocuentes que son menos efectivas que otras ante los problemas reales. Es muy importante atender esas aparentemente pequeñas cosas que tienen graves consecuencias.

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