Grant, 1 - Graham, 0

Nerea Vadillo

Nerea Vadillo

Los Oscar están siempre repletos de anécdotas. En esta edición ha sido el actor británico Hugh Grant, el protagonista y objeto de críticas. Las redes le han quemado vivo por sus desplantes, feos y cortes a la modelo y presentadora Ashley Graham, que tuvo un encuentro algo incómodo por las respuestas monosilábicas y desconcertantes del británico, acusado de no prestarse al circo mediático que rodea a esta ceremonia. Ni fue maleducado ni descortés, sino que simplemente respondió a unas preguntas insulsas y poco afinadas, más bien de patio de infantil (muy perfil americano), desde la naturalidad y la flema británica que tanto le caracteriza.

Choque de civilizaciones, de culturas. Sorpresa por ambas partes ante las cuestiones de una y las respuestas del otro. Ignorancia de una parte, pues se cubrió de gloria la americana preguntando al inglés por lo que llevaba puesto ese día, buscando una respuesta simple, un nombre tipo Hugo Boss, cuando lo que en el glamuroso universo londinense del que proviene Grant, es contar con un sastre exquisito que te confeccione a medida tu atuendo. Tampoco entendió la respuesta con segundas del británico al decir que los Oscar son fascinantes, Vanity Fairs. No hablaba de la «feria de las vanidades», sino que se refería a la famosa novela con mismo nombre, en la que se satiriza la sociedad del Reino Unido de principios del siglo XIX (mismos circos con distintos personajes).

El broche de oro llegó al preguntarle sobre su papel en Glass Onion y si le resultó divertido el rodaje, ese de dos minutos, que «casi» no pudo ni saborear. No fue rudeza ni mala educación sino el estoicismo, la resiliencia, la serenidad y el sentido del humor ante las «dificultades», con el que actúan los ingleses.

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