La voz

Roberto Malo

Roberto Malo

Estás muy contento (has encontrado trabajo en una gran agencia de publicidad) y caminas silbando por un pasillo gris, en dirección a tu despacho, cuando de pronto te detienes turbado al escuchar una voz; una voz femenina, hipnótica y excitante. La voz proviene del interior de un despacho que está a unos veinte metros del tuyo. La puerta de dicho despacho está cerrada, y no hay cristales que te dejen ver o insinuar el interior. Hechizado, te detienes al lado de la puerta y escuchas la voz de la mujer como quien escucha una bella canción de amor. Y, en verdad, aunque oyes la voz de la mujer hablando, parece que cante de lo dulce que es. De pronto, un compañero se te queda mirando extrañado, al verte con tu oreja casi pegada a la puerta, como si fueras un espía, y al darte cuenta, avergonzado, te vas de allí. Estando en tu despacho, el eco de la voz femenina resuena todavía en tus oídos. Sin saber muy bien por qué, te sientes feliz de haber escuchado una voz así, te sientes cautivado por ella, te sientes... ¿enamorado? Sonríes al pensarlo, y tu mente empieza a imaginar cómo será la mujer que se oculta tras esa voz. Pensando en ella, pasas toda la mañana de trabajo. Cuando dan las dos, sales corriendo de tu despacho hacia el de ella. Llegas aturulladamente hasta la puerta, la abres de golpe y pasas al interior. Al entrar oyes la voz melodiosa de la mujer, diciéndote «Hola». La buscas con la vista por el despacho. Sin embargo, el despacho está vacío. «Ven», dice la voz de la mujer. «¿Dónde estás?», dices al oír la voz y no ver a nadie, y sintiendo un sudor frío al comprobar que no puedes decir nada más, pues tu propia voz se te sale del pecho sin poder remediarlo. Te tocas la garganta e intentas toser, sacar tu voz de alguna manera. Pero eso no lo puedes hacer: tu voz ya ha salido de tu cuerpo. Quieres gritar, quieres maldecir, pero no puedes. Estás mudo. Aterrado, acongojado, sales corriendo del despacho. Mientras, tu voz y la de la mujer se abrazan en la habitación.

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