Tamames en el hemiciclo

La posibilidad de debatir sobre la situación de España a unos meses de las elecciones

Ramón Tamames.

Ramón Tamames. / EP

Luis Sánchez Merlo

En la vida del país hay un momento en el que los ciudadanos esperan de sus representantes el arrojo para poner encima de la mesa —sin tácticas ni estrategias— un catálogo detallado de las preocupaciones reales que sazonan una crisis existencial: guerra, inflación, paro, deuda, migración… y la propia sostenibilidad del estado de bienestar (pensiones, sanidad, educación)

Por extemporánea que a muchos parezca una moción de censura tan atrabiliaria como esta, hay razones de peso que avalan su celebración, para debatir sobre lo que interesa, a meses vista de unas elecciones que pueden marcar el devenir del país.

Cabe esperar de Ramón Tamames (Madrid, 1933) un diagnóstico detallado de actuaciones, como son: hacer lo contrario de lo que se dice; colonizar instituciones; impugnar sentencias firmes; derogar delitos; abaratar malversaciones; rebajar condenas a violadores; recurrir en demasía a decretos leyes, por vía de urgencia; acercar presos y ceder el control de prisiones; gastar con munificencia en ministerios y asesores… y concluir con un programa de reparaciones.

En definitiva, se trata de un debate necesario que va a contar, a pesar de todos los augurios, con una audiencia televisiva y radiofónica, copiosa, entre escéptica y reflexiva.

La inminente moción de censura contra el Gobierno introduce un factor novedoso en la historia de la democracia, al aceptar la propuesta de un partido respetuoso con la Carta Magna y la forma de Estado y reticente con Europa y el modelo autonómico español.

En el ambiente rarificado de la descosida biosfera política, tanto la iniciativa como su asentimiento no se han topado con la socorrida indiferencia; bien al contrario han causado sensaciones dispares: curiosidad, asombro, espanto, evasión…

El anuncio de la moción ha venido acompañado de críticas, anticipadas desde antes de que el elegido hubiera dado el inobjetable ‘sí quiero’: anciano, narcisista, chaquetero. La más utilizada, la edad del intrépido misacantano, octogenario con bastón y la mirada por encima de las gafas, que le confiere el aire burlón del que parece estar de vuelta y media de casi todo.

No le ha costado esfuerzo quitarse la toquilla del descrédito con la que ha sido recibido, porque se basta y se sobra —a base de solvencia, repentización y buen humor— para guarecer la insólita iniciativa de sus valedores, nada menos que yendo a buscar fuera de sus filas al candidato a la presidencia.

Cuando uno transita del Comité Central del Partido Comunista (23 años) a la tarima del hemiciclo en la Carrera de San Jerónimo (con 89), ha tenido tiempo de redondear una personalidad exuberante —erudito y ocurrente— que le permite contrariar las sátiras, con el ingenio del viejo profesor capaz de afrontar los denuestos sin pelos en la lengua.

El intento de desdeñar a alguien eminente, sin siquiera escuchar lo que tenga que decir, no deja de ser una falta de respeto. Poco importa que se trate de una persona de trato cordial y amistoso. El quid está en que lo hayan propuesto solamente 52 diputados constitucionalistas, con la etiqueta de extrema derecha, para que lea la cartilla y proponga cosas que le podrían venir bien a la Super nación, como él dice.

Los refrendos académicos —Doctor en Derecho y en Ciencias Económicas, Técnico Comercial del Estado, Catedrático de Estructura Económica— cristalizaron con 'El Tamames', la voluminosa Estructura Económica de España (26 ediciones) que, no caduca como texto básico de enseñanza en la universidad española. En el otoño de méritos acumulados, la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

Sus credenciales políticas remontan a 1956, cuando —activista en la primera revuelta estudiantil de envergadura contra el franquismo— fue encarcelado en Carabanchel, cárcel icónica de la dictadura, que veinte años después volvió a pisar, acusado —junto al añorado Eugenio Triana— por el "intento de encabezar una manifestación pro-amnistía”.

Mal que les pese a quienes la consideran acrobática (circo, teatrillo, espectáculo, patochada, esperpento), en los 45 años transcurridos desde la reanudación democrática, no ha tenido responsabilidades gubernativas.

Sin indicio de pecado en los matorrales de la política: actor de reparto el Sábado Santo Rojo, legalización del partido comunista; arquitecto en los Pactos de la Moncloa; concejal y teniente de alcalde con Tierno Galván en el Consistorio madrileño; activista en la Campaña por el NO en el referéndum de la OTAN.

Desde aquel nocturno Pacto de Aravaca, con Joaquín Garrigues Walker como anfitrión, Tamames ya intuía que el recorrido hacia la meta de la democracia transcurriría por la vía de la negociación entre fuerzas políticas de distinto signo; y no por la confrontación abierta ni el continuismo.

No ha faltado quien le ha afeado su 'picoteo' (CDS, Federación Progresista), para recalcar algo tan mal visto como el cambio de camisa, al tiempo que se omite no haber militado en los partidos dinásticos —PSOE, PP— que se han alternado en la gobernación del país.

El oficiante —“sólo sucede una vez en la vida y si lo rechazas puedes tener muchas probabilidades de arrepentirte”— tiene la Transición en la cabeza y viene a sacudir conciencias aunque muchos pronostican que la moción pudiera terminar resultando un pasacalles irrelevante. Lo que no creo.

A la vista de los antecedentes, una prudencia táctica aconsejaría contención y paciencia a los más ventilados, porque Tamames tiene el pescado vendido y poco que perder. Por el contrario, le espera desgranar un repertorio variado que pueda despertar el interés de neutrales, indecisos y desengañados.

A más de uno no le va a gustar que un ex eurocomunista lo retrate. En especial, puede resultar inédito que censure a herederos del partido que asumió la forma de Estado y la bandera bicolor de Carlos III, contribuyendo con ello a la reconciliación entre españoles.

Sin olvidar que la batalla a librar es la de la opinión pública, donde anida un profundo escepticismo democrático y cuesta creer a quien dice: “No hay mejor ocasión que la moción de censura para expresar unas ideas sobre lo que pasa en España. Es este un momento crítico en el que unos quieren irse del país, otros quieren romper España y algunos quieren romper la Constitución.”

Para intentar que no le detuviera la policía, el intelectual extravagante estuvo protegido por el torero Luis Miguel Dominguín en una finca de Toledo. En las proximidades del Bernabéu, fue vecino y amigo íntimo de Alfredo Di Stefano.

Un candidato ingobernable, demasiado libre e independiente, que dice que en España hay muchas cosas que no se hacen por desidia, ignorancia y componenda. Como para imaginar que la moción de censura que encabeza es una apariencia. Más bien, un acto de referencia para rescatar la Transición y sus valores.

¡Pasen y vean, dilectos lectores! Siéntense. Disfruten de la moción!