Congreso de los Diputados

Voxígeno para Sánchez

El patético discurso del cuñado Ramón Tamames muestra a un candidato a presidente que no menciona la moción, incapaz de leer su propio discurso y refugiado en un continuo "etcétera, etcétera"

Tamames, en el escaño de Abascal en el Congreso.

Tamames, en el escaño de Abascal en el Congreso. / José Luis Roca

Matías Vallés

Matías Vallés

La misma España que recibió con estupefacción la hipótesis de Ramón Tamames como candidato a presidente del Gobierno por la ultraderecha moderada, debe saludar con alivio la confirmación de que el cuñado que tomó posesión de la tribuna desde el escaño no llegará a La Moncloa ni en cien años. Eso sí, se comporta como si llevara décadas en el cargo, con un abuso del "etcétera, etcétera" para ahorrarse el trámite oratorio. El "desmadre generalizado" que atribuyó al Ejecutivo definía a la perfección sus muy limitadas prestaciones.

Finalizado el patético discurso o sopicaldo que el propio Tamames era incapaz de leer, la expresión de los presidentes Meritxell Batet y Pedro Sánchez no correspondía a los representantes de un partido en teoría censurado, aunque el candidato no aludió prácticamente a la moción. Los líderes del Congreso y el Gobierno estaban avergonzados de haber participado en el lamentable espectáculo, mucho peor de lo esperado que ya es decir.

Tamames se estrelló en primer lugar con el filibusterismo parlamentario puesto en práctica por Sánchez y Santiago Abascal, que aprovecharon la ocasión para acaparar la tribuna reiterando enfrentamientos correspondientes a anteriores temporadas de la teleserie. A la vista de las monsergas del supuesto candidato, por una vez puede sospecharse que los adversarios de PSOE y Vox trabajaron al alimón, en la caritativa misión de librar al país de uno de sus episodios más pintorescos.

En un raro acierto durante la legislatura que empezó adorando a Pablo Casado, la portavoz popular Cuca Gamarra había admitido que la moción favorecía al presidente del Gobierno. En efecto, las muy deficientes prestaciones del candidato han supuesto una bombona de Voxígeno para Sánchez, que se tomó la libertad de una primera intervención más larga que el discurso estelar por estrellado del propio Tamames.

El PSOE ha utilizado la moción como un bumerán, una nueva investidura de Sánchez. Sin embargo, la intervención de Tamames fue tan desfalleciente que cualquier grado de vinculación con la escenificación resulta infamante. Nadie se prestaría a salvar a un integrante del cuerpo de ballet, una vez que el primer bailarín se ha dado de morros contra el suelo.

Los aplausos sueltos de Vox a Tamames, y el explícito silencio cuando habló de una inmigración racional o se refirió a la "dictadura", definían la escasa calidad de la perorata. La degradación del Congreso extendía sus efectos a quienes habían decidido perderse la astracanada.

La derecha no se emocionaba con la moción, pero la imagen devastadora de Tamames empeoraba al contemplar a Núñez Feijóo de refugiado político en la embajada de Suecia en Madrid. El "autoproclamado líder de la oposición", en el cargo que le atribuyó Abascal, espera que el poder le caiga del cielo.

La política no va con Feijóo, que se ha marcado en el Congreso otro Castilla y León. Su partido logra el gobierno regional con Vox, pero el presidente nacional no se presenta a la toma de posesión de Mañueco. Es decir, el elenco reprobatorio se compone de un ausente que no se toma ni la molestia de la cobardía, de un líder de la ultraderecha que somete al país a un figurón irrelevante, y de un candidato ficticio que presume de su condición de Ingeniero de Montes honorífico. Y que se despide con una cita sublimada a García Margallo, eurodiputado del partido que Abascal aspira a suplantar.

Con estos mimbres, cuesta imaginar la construcción de un país a la altura de la Inteligencia Artificial. Es posible que Sánchez sea incluso indigno de España, pero al menos se la toma en serio. Con cierta puerilidad, porque no era el día para debatir las startups que le obsesionan. También con torpeza, porque esgrimir el contrafactual de una moción triunfante de Vox provoca regocijo y no pánico, como pretendía.

Al menos, el presidente suda el cargo.

La moción de censura que no merece ni una alusión al candidato ha obligado a desfilar por la pasarela a Feijóo, Abascal, Tamames y Sánchez. En aplicación de la Constitución que todos ellos profesan bajo pretensión de un impostado heroísmo, solo uno puede ser presidente del Gobierno. Hasta un espectador de televisión basura puede señalar con soltura cuál de ellos garantiza unas dotes mínimas para desempeñar esa función.