Moción destructiva

El Periódico de Aragón

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Con un día de diferencia, la Asamblea Nacional francesa y el Congreso de los Diputados han debatido mociones de censura contra sus gobiernos respectivos. El lunes, en el caso de Francia, se debatió una censura destructiva –vetar una reforma de las pensiones tramitada sin votación parlamentaria y provocar la caída de la primera ministra, Élisabeth Borne– y fue rechazada por solo nueve votos. Este martes, en España, se debatía una moción de censura teóricamente constructiva según las previsiones constitucionales: debe incluir un candidato a la presidencia del Gobierno que, en caso de ser aprobada, sería investido presidente.

La realidad, sin embargo, es que el debate de la iniciativa patrocinada por Vox se ha asemejado más una moción de censura destructiva. No solo por razones aritméticas –la moción contaba solo con el aval de Vox y la abstención del PP–, sino también políticas: el largo cara a cara entre Santiago Abascal, que presentó la moción, y Pedro Sánchez, que glosó los logros de su gobierno, con las sucesivas réplicas y contrarréplicas, marcó el tempo parlamentario y dejó como segundo plato la intervención de Ramón Tamames, que se removía incómodo en su asiento. El veterano candidato ha sido sólo el comodín de Vox.

Tamames aprovechó su momento de gloria para enumerar algunas de las cuestiones de su discurso, que se había filtrado previamente, pero no planteó un programa alternativo; se olvidó incluso de verbalizar la propuesta de que, en caso de ser elegido, convocaría elecciones anticipadas coincidiendo con las municipales de mayo. Sus meditaciones en voz alta estaban impregnadas de una mala digestión del texto constitucional y explican su deriva política: de militar en el PCE a abrazar el discurso de la ultraderecha política y mediática sobre la «descomposición» de España, con una reforma electoral incluida para frenar la representación de las periferias; también un déficit de pluralidad, empezando por la lingüística. Todo ello, con digresiones sobre la Guerra Civil, de carácter revisionista, que ponen en un mismo plano los errores de la República y el golpe de Estado contra el orden constitucional que la derribó.

La moción de Vox, con Tamames de mirlo blanco, ha sido solo una maniobra de la extrema derecha para intentar demostrar a la derecha que son la auténtica oposición y recuperar el protagonismo perdido frente al PP. Desde esta óptica, Alberto Núñez Feijóo, al optar por la abstención, se aleja de la contundencia que esgrimió su predecesor, Pablo Casado, que hilvanó uno de sus mejores discursos contra la anterior moción de censura de Vox. La abstención del PP no es ajena a sus cálculos poselectorales tanto de cara a las municipales y autonómicas de mayo como, sobre todo, ante las generales de finales de año.

El presidente Sánchez, entre tanto, saldrá airoso de una moción de censura que no ha construido una alternativa pero no ha resuelto sus problemas de fondo, empezando por la cohesión de la propia coalición de Gobierno. El presidente cedió a una de sus vicepresidentas, Yolanda Díaz, un turno de réplica. Se trata, como apuntó con ironía Tamames, de un aval implícito a su plataforma electoral, pero Podemos puede torpedearla. El primer test serán las municipales, pero la moción de censura o de confianza, tamaño natural, se ventilará en las generales de diciembre.

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