Transformar no parchear

Antonio Morlanes

Antonio Morlanes

Las palabras normalidad y sostenibilidad son como un cinturón de seguridad, pero así como el físico cumple la función para lo que está hecho, estas dos palabras se encierran en un círculo de subjetividad e idealización y, claro, es complicado ubicarlas en una realidad de garantía concreta. Primero porque no tienen el mismo significado ni medida para todo el mundo, más bien tienen un sentido de individualidad que se ajusta a lo que cada uno necesita.

Pues aun con estas consideraciones, y vistas ambas desde un plano muy general, me atrevo a afirmar que en la actualidad están rotas. La razón sobre la que mantengo esto es que estamos en una sociedad desestabilizada y desordenada. Lo normal es que vivamos en tiempos donde existen periodos de desarrollo económico y social y otros que definimos como de crisis, porque se agota lo anterior y es necesario volver a renacerlo. El problema actual es que la inestabilidad es demasiado sostenida y ejecutada por causas muy diferentes unas de otras. Así llevamos 15 años y no hay todavía un horizonte claro sobre el anuncio de la vuelta a la tranquilidad.

Hagamos un repaso sobre cómo está nuestro mundo hoy porque, no nos engañemos, esta situación no se deriva en exclusiva de la guerra en Ucrania, sino que es un arrastre de todo lo anterior que se ha ido incrementando con los acontecimientos que venimos viviendo.

CRISIS ECONÓMICA/FINANCIERA de 2008. Diez años acostumbrándonos a lo que llamaban austeridad, que para todos no fue tal, pues sucede como a los católicos en Semana Santa, que tienen prohibido comer carne los viernes de cuaresma y que, sin embargo, hace menos de 50 años se podía saltar esta prohibición si se pagaba a la iglesia la bula correspondiente. ¡Qué injusto, los pobres ni dinero, ni carne, ni bula! Pues bien, todo esto venía a cuento de la afanada austeridad que nos metieron hasta en el ADN y que los pobres teníamos que acatar obligatoriamente (ni dinero, ni carne, ni bula), mientras que los ricos seguían adquiriendo todo tipo de bienes y posesiones. ¡Qué injusta la austeridad ad hoc!

Diez años sin hacer ningún cambio fue el mejor pasillo para la entrada a quedarnos indefensos ante cualquier emergencia posterior. Pero, como de costumbre, hubo quien sacó buena rentabilidad, en especial las entidades financieras que no solo disfrutaron de un rescate nunca devuelto, sino que además volcaron en ese denominado banco malo, la Sareb, todo lo que les molestaba y no era rentable: casas, solares e hipotecas fallidas y ¡Qué venga otra crisis!

En este 2023, inmersos en las consecuencias derivadas de la guerra en Ucrania, el mapa internacional es de lo más variopinto. Si hacemos un breve repaso a los principales actores, de esta tragicomedia, nos encontraremos ante una China que parece dejar atrás sus últimas fórmulas para atajar el covid y, que ante la demanda popular, ha puesto de nuevo su maquinaria productiva en marcha. Esto que por una parte nos favorece, pues permitirá que los suministros vuelvan a las fábricas, por otra no acaba de hacerlo del todo ya que la demanda de energía que conlleva la industria manufacturera, en especial el gas, puede producir alteraciones en los costes de la energía en los mercados. Por tanto, deberíamos estar trabajando en lo que significa la transformación a nuevos sistemas energéticos y considero que debe hacerse con rapidez y sin limitar las inversiones que se necesitan.

El siguiente actor en esta comedia: Rusia, inmersa en su guerra contra Ucrania y su propósito de resucitar el Imperio Ruso, genera cambios en el mercado del petróleo y del gas, así como en el de los cereales y los fertilizantes. Estas son las consecuencias que inciden en el mercado internacional, pero además tiene derivaciones en el suyo interno. Esta comedia, con tintes crueles, perversos y desaprensivos, está dejando al país lejos de cubrir sus propias necesidades con ingresos mermados por la limitación de exportaciones debido a la paralización que le hemos impuesto, y haciendo que el crudo ruso esté al 50% del precio del Brent. Esto nos incide menos a nosotros, sin embargo, lo que sí es un problema para nuestra economía es la dificultad de encontrar diésel en los mercados.

EN TODO ESTE LÍO tenemos países como la India cuya economía está adquiriendo una gran importancia. Se prevé que su PIB tenga en 2023 un incremento por encima del 6% y su IPC quede en el 5%. En los próximos años será el país más poblado del mundo, superando a China, pero con una sociedad muy injusta donde el 1% más rico controla el 40% de los bienes del país y donde 160 millones de personas viven por debajo del umbral de la pobreza. Digamos que la India, por desgracia, está abocada a interpretar siempre el mismo drama.

Pero sigamos avanzando. El Reino Unido estaría representando un monólogo en toda regla -yo hablo y no espero respuesta- y en medio del escenario no termina de encontrar su posición, tanto social como económica, después de su salida de la Unión Europea. Actualmente está reflexionando hacia dónde les ha conducido su famoso brexit y, por lo pronto, ha sido a liderar la recesión más importante de entre todos los países de Europa. Además de lo anterior, tiene una alta demanda de trabajadores, imposible de cubrir, debido a su normativa de aislamiento con relación a la Unión Europea, así como una elevada inflación. Su día de hoy podríamos definirlo como que no encuentra su camino.

Sin embargo, Estados Unidos está marcando una clara salida a la crisis. Tiene pleno empleo y se ha convertido en líder en las políticas verdes. Como de costumbre, Estados Unidos marca el camino, pero tengo serias dudas de que seamos capaces de aplicar las mismas medidas. Está viendo que debe empezar a dejar al margen la subida de los tipos de interés ya que considera que estos han hecho su papel, pero continuar con el alza de tipos no beneficiará a la economía. Está convencido de que volver a niveles productivos adecuados permitirá que los mercados dejen que los precios continúen en aumento. Pero no todo es de color de rosa. La suficiencia de algunas empresas del sector tecnológico, que se han considerado autosuficientes para todo y necesarios para todos, se han dado el tortazo con la quiebra de su banco Silicon Valley Bank.

Volviendo a nuestra rutina no es esto lo que sucede en el Banco Central Europeo. El BCE acapara toda nuestra imaginación porque ahí es donde se encuentran atrincherados los llamados halcones de la economía que potencian y defienden la política de subida de precios, frente a las llamadas palomas (de la economía, por supuesto), grupo partidario de la expansión cuantitativa como forma de activar los mercados. Y como siempre, y en toda casa que se precie, esto se convierte en una lucha de poder grupal, entre los mencionados halcones y las palomas, y yo, la verdad, espero más de estos últimos.

Llegamos al acto final de esta obra teatral imaginaria y España es de entre los países de la Unión Europea el que muestra unas cifras que, de continuar así, nos permitirán colocarnos en posiciones productivas muy aceptables. De hecho, podrá continuar modificando la distribución de la población por renta, muy en especial la de la clase baja que se incrementó a lo largo de las crisis sufridas, pero que en estos momentos ha disminuido dos puntos en relación con 2014. Sin embargo, no podemos negar que la desigualdad se esté asentando entre nosotros y esta es una lucha a la que no debemos dar la espalda. Es necesario que aprovechemos, para avance de todo el país, la oportunidad que nos brindan los fondos Next Generation. Transformemos los instrumentos para avanzar la sociedad.

En definitiva, considero que lo más importante es que el mundo establezca un cierto orden y aplique medidas a los problemas que se han venido produciendo. Que entendamos que es necesario dar por finalizado el modelo y facilitar el nacimiento al siguiente. No podemos pasar por una generación sin capacidad de creación y enganchada a la provisionalidad conducente a ningún lugar.

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