Numerosas familias

María Jesús Ruiz

María Jesús Ruiz

Entre los diferentes circos a los que hemos asistido estos días está el de representantes políticos y, por lo tanto, representantes de la ciudadanía, con tres hijos o más y una situación económica más que solvente que se benefician de aquellas ayudas y subsidios que reconoce la Ley para las familias numerosas.

Mientras veía y leía el enfrentamiento entre quienes disfrutan de esos privilegios sin necesitarlo me venía a la cabeza una imagen de mi niñez, la de aquella gran familia que llevada al cine suponía el gran símbolo del franquismo, el padre trabajador, la madre ama de casa y los múltiples hijos e hijas que supondrían el futuro y sustento de nuestro país. Pero no, ya no vivimos en esa época, hemos avanzado, existimos en otro siglo y las familias hoy en día son muy diversas. Si hablamos de cantidad permítanme que les diga que, numerosas o no, lo que sí que se puede afirmar es que en nuestro país hay otras numerosas familias, en concreto y según el Intituto Nacional de Estadística (INE), 1,5 millones que se encuentran en situación de carencia y pobreza severa, que no pueden permitirse cuestiones tan básicas como disponer de una lavadora, comer carne o pescado al menos cada dos días, afrontar gastos imprevistos o tener al menos una semana de vacaciones al año.

Esas numerosas familias tienen un nivel educativo bajo no pudiendo ofrecer a sus hijos e hijas la posibilidad de acceso a enseñanzas superiores. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos sólo el 22% de los hijos de padres con nivel educativo bajo consiguen llegar a la universidad. De meritocracia hablamos.

Esas numerosas familias mal habitan en infraviviendas, inaccesibles e insalubres. Y no es que lo diga yo, es que la Red Europea contra la Pobreza cifra en 11 millones el número de personas que se encuentran en esa situación en nuestro país.

Numerosas familias yacen en las aguas de nuestros mares y océanos, y en verjas y muros huyendo de hambrunas, guerras, persecuciones y miseria hacia el mundo de la opulencia y las oportunidades.

Desde mi rincón apelo a que cambiemos el orden de la definición y apartemos las políticas populachonas de otros tiempos para proteger a los núcleos familiares no por cantidad sino por calidad. Garanticemos derechos a muchas familias entre las cuales, seguro que se encuentran una gran cantidad de familias numerosas, pero no todas.

Y a los responsables políticos que en vez lanzarse insultos y acusaciones e incluso intentar darnos lecciones de moral por aprovecharse sin querer o sin querer evitarlo de aquello que la ley les otorga, que se pongan manos a la obra y modifiquen las leyes injustas. Son el poder legislativo para todas las familias, las numerosas y las no numerosas, las iguales, las diferentes, las monoparentales y marentales, las pluri, las de aquí, las de allí, las multiculturales... Estén a la altura, sus señorías.

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